lunes, 16 de mayo de 2011

APOYOS EN LA ORACION

1. Vida sacramental:

EUCARISTIA Y CONFESION

La Oración debe estar centrada y enraizada en una vida sacramental fuerte y frecuente.

2. Comunidades de orantes (Grupos de Oración):

Sin desconocer su propia culpa, Sta. Teresa de Jesús achaca el tardío encauzamiento de su vida de oración a la falta de personas con quienes compartir y "tratar" de oración. Y atribuye al "trato" con personas de oración a su definitivo enrumbamiento por ese camino.

Así, Sta. Teresa asigna a un grupo de apoyo un valor excepcional en la promoción, mantenimiento y culminación de la vida de oración personal: “Aconsejaría o a los que tienen oración ... procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo ... Es cosa importantísima ... Gran mal es un alma sola entre tantos peligros ... Está todo el remedio de un alma en tratar con amigos de Dios". La comunicación de experiencias de oración es más pedagógico que todos los discursos sobre la oración.

3. El camino de santidad como subida a una montaña

El camino de la santidad se puede comparar con una excursión a la cima de una montaña, parodiando a San Juan de la Cruz con su "Subida al Monte Carmelo". Para ir de excursión se requieren ciertas cosas, que equivalen a los APOYOS necesarios en la Vida de Oración:

Agua: la Oración es esa "Agua Viva" que promete Jesús a la Samaritana y que a todos dará y no tendremos ya más sed.

Alimento: La Sagrada Eucaristía es el alimento de nuestra vida espiritual. La alimentación debe ser diaria, para de veras estar nutridos.

Medicina: La Confesión es la medicina con que cuenta nuestra alma caso de enfermarse o decaer.

Compañía: Una excursión no se hace sin acompañantes. Ser parte de una comunidad o grupo de oración es condición importante para la subida a la cima de la montaña de la santidad.

LA LITURGIA DE LAS HORAS

Esta es otra faceta de la oracion en la cual podemos aventurarnos; la oracion de la liturgia de las horas, consiste en rezar en un mismo horario, cierta lectura de los salmos, acompañado de meditación, en unidad a las personas congregadas con ese mismo fin

La Liturgia de las Horas puede parecer monótona y larga, aunque ésta sea la oración de la Escritura. Pero es que cuando la oración litúrgica no va acompañada de una vida de adoración, se corre el riesgo de convertirla en una oración exterior, que no penetra.

Podemos estar cantando o rezando salmos junto con otros, pero no sabemos ni por qué lo hacemos. Para ser una oración veraz, la recitación del Oficio Divino debe ser vivido en la adoración. Y la adoración debe prolongarse en la Liturgia de las Horas.

La oración litúrgica no purifica nuestro corazón, ni inspira nuestra inteligencia si no está sostenida por una actitud oracional de adoración. Esa adoración de corazón en que reconocemos a Dios como Quien es, nos lleva a desear alabarlo y darle gracias en la oración litúrgica. Y así podemos hacerla con verdadero gusto. “Gustad y ved qué bueno es el Señor” (Sal. 34, 8).

La adoración es la vía para que la Liturgia de las Horas pueda ser un ejercicio también de caridad fraterna al orar juntos. Si adoramos en silencio reunidos, el rezo del Oficio Divino juntos tiene que convertirse en una fuente de gran unidad.

La Liturgia de las Horas es un ejercicio espiritual, pero implica otro ejercicio de oración personal y comunitaria de adoración.

LA SANTA MISA "LA ORACION POR EXCELENCIA"

Cuando hablamos de oracion nos adentramos a todo un mundo, un mundo que no conocemos, y al que estamos invitados a entrar, talvez diras, pero si yo oró, o te preguntaras entonces que es lo que hago, pues es oracion pero te digo la oracion es un mundo una gran casa y talvez solo has entrado o talvez solo tienes conciencia de la ventana de esa casa, por medio de estos temas nos vamos dando cuenta de todo lo que hay en la casa. Y hoy nos encontramos con este tema La misa, La oracio por excelencia, ¿y como la misa ouede ser una oración?, increible verdad algo que igual que Tu me asombro, es un gran Misterio.
Y para que te adentres en este misterio te dejo con este documental:

LA MISA EN EL CIELO - COMO EN LA TIERRA:

El Catecismo de la Iglesia Católica trae consideraciones sobre la Misa, que son tal vez novedosas, pero no son nuevas en la enseñanza de la Iglesia, pero que explican con más claridad el sentido y la grandeza de la Santa Misa, que –como sabemos y siempre se ha dicho- es la oración por excelencia.




Sabemos que la Misa es el sacrificio de Cristo en la Cruz. Pero el Catecismo nos explica que, a pesar que el Misterio Pascual fue un hecho que tuvo lugar en nuestra historia, es distinto a otros eventos históricos. Los demás hechos históricos suceden una vez y después pasan y son relegados al pasado. (cf. Catecismo de la Iglsia Católica #1085)

El Misterio Pascual no puede quedarse sólo en el pasado, porque todo lo que Cristo es y lo que Cristo hizo y sufrió por la humanidad participa de la divinidad eterna, y por eso trasciende todos los tiempos, estando presente en todo momento. (cf. Catecismo de la Iglesia Católica #1085)

Esto es complicado de asumir, porque es un misterio. Pero es sumamente importante, porque el Sacrificio del Calvario no se repite cada vez que hay una Misa. (Esta, por cierto, es una acusación y argumentación que los Protestantes esgrimen erróneamente para atacar la Santa Misa).

Lo de trascender el tiempo significa que en cada Misa “se hace presente el único sacrificio de Cristo” (Catecismo de la Iglesia Católica # 1330).

Esto es parte del misterio de la Misa que debe asombrarnos cada día, para que podamos evitar el acostumbrarnos a la Misa y el tomar como un derecho adquirido el estar en Misa cada día. Es un misterio inmenso el que cada Misa no sólo recuerda los eventos que nos trajeron la salvación, sino que –de veras- los hace presente.

Veamos. El sacrificio de Cristo en la Cruz siempre está presente ante el Padre Celestial, porque Dios vive en un eterno presente. Entonces ese evento sacrificial que la Trinidad vive de manera perenne, se nos hace presente en nuestro tiempo y lugar, cada vez que estamos en Misa.

¿Nos damos cuenta, entonces, que en cada Misa estamos en la Ultima Cena, en el Calvario, en el Cielo y en la Misa en que participamos? ¿Nos damos cuenta de este milagro que se sucede cada vez que estamos en Misa? ¿Nos damos cuenta de este privilegio?

En realidad hay una sola Liturgia Eucarística eterna, hay una sola Misa, y ésta tiene lugar en el Cielo de manera continua … todo el tiempo.

Cuando estamos en la Iglesia en Misa, estamos encerrados en nuestro propio tiempo y espacio, y solemos pensar que estamos sólo allí, unidos al Sacerdote y con los demás para ofrecer nuestra Misa particular. Pero en realidad Cristo nos está invitando a traspasar el velo del tiempo, para elevarnos fuera de nuestro tiempo hasta el eterno presente divino, al santuario del Cielo, donde El nos lleva a la presencia del Padre (cf. Hb. 10, 19-21).


Por eso el Catecismo explica que realmente nuestra liturgia terrenal “participa de la liturgia celestial”. (CIC #1088 y #1090). No estamos solamente asistiendo a Misa, estamos unidos con Cielo y tierra celebrando esa única Liturgia eterna.

Este hecho nos lo recuerda especialmente el final de el Prefacio en cada Misa : unidos a los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria. Y la respuesta es: Santo, Santo, Santo. Y esa respuesta no es sólo mi canto de alabanza: ¡es que estoy uniéndome al canto eterno de los Angeles y Santos!

Si captamos esto de veras podemos darnos cuenta que no estamos orando solamente con los que nos acompañan en cada Misa. La Misa es la experiencia de unidad más completa que hay, porque oramos junto con toda la Iglesia, pero no sólo con la Iglesia en toda la tierra, sino también la Iglesia del Cielo.

Este misterio de la Liturgia Celestial lo recoge de manera estupenda el Doctor Scott Hahn, Teólogo protestante convertido a la Iglesia Católica. Y se hizo católico justamente porque se le ocurrió un día ir a una Misa … sólo para investigar. No sabía lo que Dios le tenía reservado …

El relato de la experiencia de Scott Hahn en la primera Misa que asistió puede encontrarse en su libro La Cena del Cordero, así como explicaciones muy útiles para vivir mejor la Misa.

He aquí algunos comentarios de Scott Hahn en su libro La Cena del Cordero: “Vamos al Cielo cuando vamos a Misa … Y esto no es sólo un simbolismo, una metáfora, una parábola, una figura literaria. Es real … ¡De veras vamos al Cielo cuando vamos a Misa! Y esto es verdad en cada Misa que asistimos, no importa la calidad de la música o el fervor de la predicación … La Misa –y me refiero a cada Misa en particular – ¡es el Cielo en la tierra!”

Esto que Scott Hahn explica por Teología, lo corrobora por la vía mística el Padre Pío. Para él también la Misa no sólo era el Calvario, sino el Paraíso. Y la Santísima Virgen María era su compañera constante en el altar.

Cuando se le preguntó sobre esto, explicó que la Virgen está presente en cada Misa, junto con los Angeles y toda la Corte Celestial.


En las Misas que celebraba él veía los Cielos abiertos, la gloria de Dios y el esplendor de los Angeles y Santos.

Otra mística, Santa Teresita del Niño Jesús, va más lejos. Experimentó lo mismo el día de su Primera Comunión. Cuando se disponía a recibir a Cristo bajo las especies de pan, Teresita se dio cuenta que no sólo la Trinidad iba a morar en ella, sino que como los Santos y los Angeles del Cielo están “perfectamente incorporados a Cristo” (Catecismo de la Iglesia Católica # 1026), también el Cielo todo vendría a ella. Durante la ceremonia, se conmovió hasta las lágrimas y la gente pensó que sería porque estaba triste por la muerte de su mamá y porque no estaba allí para compartir con ella este momento. Pero dijo ella que, al contrario: “todo el gozo del Cielo había entrado a este pequeño corazón exilado … cuando el Cielo entero entró a mi alma al recibir a Jesús, también mi mamá vino a mí”.

viernes, 6 de mayo de 2011

DIFERENTES CLASES DE ORACION


Buenos sabemos que orar es comunicarnos con Dios Padre.

Hay diferentes clases de oraciones y debemos tener conciencia de eso.
A continuacion se detalla cuales son las clases de oracion que hay e inclusive puede que hayan mas pero creo que estas son las mas primordialea para la vida Cristiana.

1. Comunitarias

a). Litúrgica es decir en la Santa Misa: (es la oración más importante) partes de la Misa)
Oficio Divino o Liturgia de las Horas,
estas oraciones son guaiadas mas que todo por laicos comprometidos, por religiosos o religiosas

b).Oraciones no litúrgicas son las oraciones hechas en comunidad o en grupos

2. Personales

a) Oración vocal: estas se clasifican en:
Oración de Petición, Intercesión, Arrepentimiento, Reparación, Acción de gracias, Alabanza, Entrega, Oración en lenguas, Adoración (la más alta forma de oración)

b) Oración de Meditación vamoas a aprender a diferenciar entre la oración de meditación y la adoración.

c) Oración Contemplativa.

Tambien no debemos de olvidar que existe la oracion de liberacion, de intersecion, buenos aunque en las diferentes clases de oracion nuestra alma se libera de cargas espirituales, pero debemos tener conciencia que a la hora de orar debemos pedir la asistencia del Espiritu Santo

y media vez hagamos una de estas oraciones acompañados la convertimos en una oracion comunitaria.

LA ACCION DEL ESPIRITU SANTO EN LA ORACION

La oración nos hace crecer en todos los dones o regalos del Espíritu Santo.

Primordialmente, nos otorga los frutos del Espíritu Santo, que van en la línea de un crecimiento en santidad. Algunos de éstos los cita San Pablo en su carta a los Gálatas (5, 22-23): amor, alegría, paciencia, comprensión, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí.

El Espíritu Santo va, paulatina y progresi-vamente –si el alma se deja- infundiendo ésos y otros frutos en todo aquél que se abre a su acción de transformación divina, la cual se da de manera privilegiada a través de la oración.


Y, no sólo crecemos en frutos del Espíritu Santo, sino en todos sus dones: en los llamados siete dones, en las virtudes (teologales y morales), especialmente en la humildad, base de todas las virtudes y condición indispensable para una oración “en espíritu y en verdad”.

Crecemos en la Gracia misma (la vida de Dios en nosotros), la llamada Gracia Santificante. Además, nos disponemos mejor para recibir y aprovechar las gracias de estado y las gracias actuales que derrama el Espíritu Santo a manos llenas en la oración.

Las gracias de estado, que son las propias del estado de vida al cual Dios nos ha llamado.

Y las gracias actuales, que nos son dadas para cada acto de nuestra vida, como una moción interior que nos hace desear hacer el bien y a la vez es un impulso que nos lleva a realizarlo.

Podemos llegar a crecer, incluso, en esas gracias elevadas listadas por el Señor en las bienaventuranzas, que son también regalos del Espíritu Santo:




Pobreza de espíritu (que ayuda a la adoración, pues es reconocernos que somos nada antes Dios y que todo lo necesitamos de El).

Serenidad ante el sufrimiento y las persecuciones, sed de justicia o deseo de santificación, compasión y misericordia para con el hermano, pureza de corazón (rectitud de intención en nuestros actos, pero más importante: disminución de la inclinación al pecado y limpieza de la mancha que deja el pecado aún ya confesado y perdonado).

Inclusive pudiera el Espíritu Santo derramarse en gracias extraordinarias y/o dones carismáticos. Son regalos de El dados para utilidad de la Iglesia y comunidades eclesiales. Su manifestación va dirigida hacia la edificación de la fe, como auxilio a la evangelización y como un servicio a los demás. (cf. 1 Cor. 12,11 y Vaticano II, AA 1-3)

El Espíritu Santo nos conduce a la Verdad plena (cf. Jn. 16, 13) y nos recuerda en la oración todo lo que Cristo nos dejó dicho (cf. Jn. 14, 26).

Pero el Espíritu Santo requiere de nuestra disposición en oración para poder enseñarnos todo eso que Jesús nos dejó y que, como los Apóstoles, no estamos listos para recibir aún (cf. Jn. 16, 12 ) y nos lo tiene que ir dando poco a poco. La oración nos va disponiendo para recibir esas enseñanzas que Jesús dejó y que el Espíritu Santo nos da.

Pero el Espíritu Santo no puede enseñarnos si no oramos, si no adoramos.




El Espíritu Santo no puede actuar en nosotros si no estamos en actitud de adoración, en actitud de reconocernos creaturas dependientes de Dios y, como consecuencia, nos abandonamos a su Voluntad.

Es cierto que el Espíritu Santo puede actuar en nosotros aunque no estemos en adoración. Es cuando el Espíritu Santo nos vence … Puede hacerlo. De hecho lo hace a veces … como a San Pablo. El Espíritu Santo puede actuar con fuerza o con suavidad (cf. Sb. 8, 1 en traducción de la Vulgata)

Pero normalmente el Espíritu Santo sólo actúa en la medida en que estemos en oración, en disposición de adorar. Y en la medida que se lo pidamos. Y debemos pedirle que nos transforme, que nos cambie, que nos santifique, que nos dé tal o cual gracia que necesitamos para ser más parecidos a Jesús y a su Madre.

La oración de adoración nos hace receptivos y dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo. La oración nos permite escuchar la suave brisa de la cual le habló Jesús a Nicodemo (cf. Jn. 3, 8), que sopla donde quiere, pero que casi no se escucha … menos aún si no nos silenciamos.

En el silencio recibimos las inspiraciones del Espíritu Santo.
En la adoración nos hacemos dóciles
al Espíritu Santo.

¿PORQUE ORAR? Importancia de la Oración

Muchas veces pensamos que si no oramos no sucede nada, que da igual y que no nos afecta en nada, pero la realidad de la falta y la practica de la oración es otra. Una realidad de la cual no nos escapamos y a la cual sometemos nuestra esencia, una esencia que pierde su razon de ser.

En este documental encontramos una orientación sobre el porque debemos orar y cuales son las consecuencias de la falta de oración.

En su libro titulado “Camino de la Esperanza”, el Cardenal Vietnamita Nguyen Van Thuan nos dejó este testimonio, que es una verdadera campanada de advertencia:

“Un día hablé con el Padre Provincial de una gran congregación sobre la crisis del sacerdocio y las vocaciones religiosas. El me dijo que habían enviado una carta a todos los hermanos que habían dejado el sacerdocio para preguntarles por qué lo habían hecho. Todos contestaron. Y sus respuestas revelan que no se habían ido por problemas sentimentales, sino porque no oraban. Algunos dijeron que habían dejado de rezar hacía muchos años.


Vivían en comunidad, pero no oraban profundamente; mejor dicho, ni rezaban. Trabajaban mucho, enseñaban en las Univer-sidades, organizaban muchas cosas, pero no rezaban”.


“La oración es la fundamentación de la vida espiritual” (Cardenal Nguyen Van Thuan).

“Muchas vocaciones están en crisis, no se realizarán. Muchas familias sufren dificultades, se separarán y se pelearán. Mucha gente pierde el gusto por la vida y el trabajo, están descontentos y vacíos. Y todo esto porque se ha abandonado la oración” (Beata Teresa de Calcuta).

“Todo se renueva en la oración, tanto los individuos como las comunidades. Surgen nuevos objetivos e ideales” (Juan Pablo II).

No es de extrañar que el Catecismo de la Iglesia Católica dedique una quinta parte (20%) de sus páginas al tema de la oración, en forma muy extensa y explícita, y tratando todas las formas de oración, inclusive la de la contemplación, que erróneamente ha estado reservada para vocaciones especiales.

Son tan detallados los capítulos que el Catecismo de la Iglesia Católica

dedica a la oración, que trae hasta consejos prácticos para la oración y trata también los errores en que pueden caer los orantes.


El tratamiento que da el Catecismo de la Iglesia Católica a la oración denota la importancia que le asigna el Magisterio de la Iglesia a la misma.

La oración es la llave que abre nuestro corazón y nuestra alma al Espíritu Santo; es decir, a Su acción de transformación en nosotros. Al orar, permitimos a Dios actuar en nuestra alma -en nuestro entendimiento y nuestra voluntad- para ir adaptando nuestro ser a Su Divina Voluntad. (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica #2825-1827)

La oración nos va descubriendo el misterio de la Voluntad de Dios. (cfr. Ef.1, 9)

La oración va conformando nuestro ser a esa forma de ser y de pensar divinas: nos va haciendo ver las cosas y los hechos como Dios los ve. Ver el mundo con los ojos de Dios.

En el silencio Dios se comunica mejor al alma y el alma puede mejor captar a Dios. En el silencio el alma se encuentra con su Dios y se deja amar por El y puede amarle a El.

En el silencio el alma se deja transformar por Dios, Quien va haciendo en ella Su obra de "Alfarero", moldeándola de acuerdo a Su Voluntad (cfr.Jer.18,1-6).

La oración nos va haciendo conformar nuestra vida a los planes que Dios tiene para nuestra existencia.

En fin: la oración nos va haciendo cada vez más "imagen de Dios", nos va haciendo más semejantes a Cristo.

La oración nos va develando la verdad, sobre todo la verdad sobre nosotros mismos: nos muestra cómo somos realmente, cómo somos a los ojos de Dios:

Los seres humanos solemos tener una máscara hacia fuera, hacia los demás: mostramos lo que no somos. Hacia adentro, hacia nosotros mismos, solemos engañarnos: creemos lo que no somos. Sólo en la oración descubrimos la verdad sobre nosotros mismos:


Dios nos enseña cómo somos realmente, cómo nos ve El.

La oración nos abre los ojos para comprender las Escrituras, internalizarlas y hacerlas vida en nosotros. Nos cura del “síndrome de Emaús”.

En el silencio de la oración nos encontramos con Dios y nos reconocemos Sus creaturas, dependientes de El, nuestro Padre y Creador, nuestro principio y nuestro fin.

En el silencio de la oración somos como ramas de la Vid que es el Señor,

porque nos nutrimos de la savia misteriosa que son las gracias que necesitamos y que Dios nos da, especialmente en esos ratos de oración.


“El hombre no puede vivir sin orar, lo mismo que no puede vivir sin respirar” (Juan Pablo II).

“Es necesario que encontremos el tiempo de permanecer en silencio y de contemplar, sobre todo si vivimos en la ciudad donde todo se mueve velozmente. Es en el silencio del corazón donde Dios habla” (Beata Teresa de Calcuta).


“Orad y velad para no caer en la tentación … para aportar a esta sociedad la luz de la Verdad, la fe en las certezas trascendentales y eternas, el gozo de la verdadera esperanza y el compromiso de la caridad animosa. El mundo necesita más oración” (JP II, 11-6-83).



La oración nos despierta el anhelo de Cielo, los deseos de eternidad, la esperanza en las “realidades últimas” de que nos hablaba Juan Pablo II.

Asimismo, la oración no nos deja desentendernos de las “realidades penúltimas”, porque la verdadera oración, lejos de replegarnos sobre nosotros mismos, nos impulsa a la acción y al servicio a Dios en los hermanos. No filantropía o mero altruismo, sino acción apostólica veraz.

Tal vez por todas estas cosas y por el interés del Magisterio de la Iglesia en la oración, el Papa Juan Pablo II nos dejó una consigna en su visita a Venezuela, consigna que repetía en todos sus viajes y que él mismo practicaba: "Ante todo, creced en el Señor ... Abrid siempre más vuestro corazón a Cristo. Acoged Su presencia misteriosa y fecunda; cultivad la intimidad con El en ese encuentro que cambia la vida ... Creced siempre en el Señor. Creced hacia la plenitud de Dios" (Ef.3, 19). Y esta consigna no fue precisamente para el Clero o los Religiosos: la dijo para los laicos, para los que debemos estar actuando en el mundo.

Y ese crecimiento en el Señor, ese crecimiento hacia la plenitud de Dios no puede darse sin la oración, sin "ese encuentro que cambia la vida".

Y ese crecimiento significa ir creciendo en los frutos del Espíritu Santo, algunos de los cuales cita San Pablo en su carta a los Gálatas (5, 22-23): amor, alegría, paciencia, comprensión, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí ... pues el Espíritu Santo va infundiendo ésos y otros frutos en el alma de todo aquél que se abre a su acción de transformación divina, sobre todo a través de la oración.


Al leer todo esto me doy cuenta que uno mismo se expone a ser fragil en las situaciones complicadas, uno mismo se expone a la obscuridad espiritual a caer en las manos del mal. Por lo tanto tratemos de cultivarnos en la oración sea cual sea nuestra situación buena o malo, oremos sin cesar dice Jesús.

Orar es un Privilegio

Debemos tener bien claro que la oración es un privilegio. ¿Nos damos cuenta que la oración es un privilegio? Orar es hablar con Dios: decirle y escucharle. ¿Nos damos cuenta, entonces, el privilegio que significa que nosotros simples creaturas podamos dirigirnos a nuestro Creador para pedirle, para rogarle, para decirle cosas … y que El nos escuche?


La oración es uno de esos regalos inmensos y utilísimos que Dios nos ha dado y que no terminamos de apreciar ni de aprovechar suficientemente.

Recordemos, para tener una idea de este privilegio, el riesgo que corrió la Reina Esther cuando se atrevió a presentarse ante su marido, el Rey Asuero de Babilonia para pedirle la vida para sí y para el pueblo de Israel.


¡No podía dirigirse al Rey a menos que éste la solicitara! Y del susto, se desmayó ante su Rey. (cf. Est. 15)

Y en la actualidad ¿podemos hablar con el Papa? ¿puede alguien lograr hablar con cualquier persona que se le ocurra, y de manera instantánea? ¡Y nosotros podemos dirigirnos a Dios cada vez que queramos y de manera instantánea! Ese privilegio lo tenemos los seres humanos con Dios. La oración es un privilegio el cual debemos aprovecharlo.

Que es orar

Muchas veces se confunde entre oracion y el rezo, el rezo es decir frases articuladas, frases definidas por varios años, en cambio la oracion es algo personal, algo que sale del Corazón, son palabras espontaneas varias personas hablan de la oracion asi:

"La oración es una conversación o coloquio con Dios" (San Gregorio

Niceno).

"La oración es hablar con Dios" (San Juan Crisóstomo).


"La oración es la elevación de la mente a Dios" (San Juan Damasceno).

El Catecismo de la Iglesia Católica da también la definición de Sta. Teresita del Niño Jesús: "Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría" (CIC #2558)

"Oración es tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con Quien sabemos nos ama" (Sta. Teresa de Jesús).

“La oración no es otra cosa que la unión con Dios” (San Juan María Vianney).

“Toda oración cristiana es una elevación del alma hacia Jesús para ser atraídos por El. Pero esto puede tomar formas extremadamente diversas, desde la simple oración de petición hasta el deseo ardiente de que el Amor de Cristo tome posesión de nuestro corazón” (Padre Marie Dominique Philippe).

“La oración es un tiempo que dedicamos a amar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Es un tiempo para Dios; no debo regateárselo, usándolo para otra cosa. Ese tiempo debe ser “perdido” para el Señor!” (Padre Marie Dominique Philippe).

“Orar no significa sólo que podemos decir a Dios todo lo que nos agobia. Orar significa también callar y escuchar lo que Dios nos quiere decir” (Juan Pablo II).

“La oración no es sólo, ni principalmente obra de la persona: es más obra de Dios, que acción nuestra” (Juan Pablo II).


“Orar es ver el mundo con los ojos de Dios” (Beata Teresa de Calcuta).

Sin embargo, la oración es mayormente una actividad sobrenatural. No es sólo, ni principalmente obra del hombre: es más obra de Dios, que acción nuestra.

Pues Dios nos llama y nosotros respondemos, es un ministerio pero nuestra alma fue creada para estar con El.