Debemos tener bien claro que la oración es un privilegio. ¿Nos damos cuenta que la oración es un privilegio? Orar es hablar con Dios: decirle y escucharle. ¿Nos damos cuenta, entonces, el privilegio que significa que nosotros simples creaturas podamos dirigirnos a nuestro Creador para pedirle, para rogarle, para decirle cosas … y que El nos escuche?
La oración es uno de esos regalos inmensos y utilísimos que Dios nos ha dado y que no terminamos de apreciar ni de aprovechar suficientemente.
Recordemos, para tener una idea de este privilegio, el riesgo que corrió la Reina Esther cuando se atrevió a presentarse ante su marido, el Rey Asuero de Babilonia para pedirle la vida para sí y para el pueblo de Israel.
¡No podía dirigirse al Rey a menos que éste la solicitara! Y del susto, se desmayó ante su Rey. (cf. Est. 15)
Y en la actualidad ¿podemos hablar con el Papa? ¿puede alguien lograr hablar con cualquier persona que se le ocurra, y de manera instantánea? ¡Y nosotros podemos dirigirnos a Dios cada vez que queramos y de manera instantánea! Ese privilegio lo tenemos los seres humanos con Dios. La oración es un privilegio el cual debemos aprovecharlo.
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