viernes, 5 de agosto de 2011

EL CAMINO DE LA ORACION SEGUN "SANTA TERESA DE JESUS"

Es imprecionante todo lo que encontramos y lo que adquirimos por medio de la oracion y con la ayuda de Santa Teresa descubriremos estos tesoros que no podemos ni debemos descuidar.


1. La oración: camino de amistad con Dios

Han habido variadas definiciones de Oración a lo largo de la historia. Santa Teresa de Jesús nos dejó una: "No es otra cosa oración mental, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama".

La Oración, entonces, es tratar como un Amigo a Aquél que nos ama. Y "tratar de amistad" y "tratar a solas" implica buscar estar a solas con Aquél que "sabemos nos ama".

Y a Dios le agrada estar con el hombre -como el amigo se goza en el amigo y un padre con su hijo. Dios siempre se agrada cuando el orante decide "estar a solas con El", orando, tratando con el Amigo.

La Oración, como la amistad, es un camino que comienza un día y va en progreso. El orante comienza a tratar al Amigo que le ha amado desde toda la eternidad, y así empieza a conocerle, a amarle, a entregarse a El, en una relación que sabe no finalizará, pues en la otra vida será un trato "cara a cara" y en felicidad infinita y perpetua.

2. La oración: camino de interiorización

"Tratar a solas" es indicativo de búsqueda de soledad y de silencio, para poder estar con el Amigo. "Acostumbrarse a la soledad es gran cosa para la oración", dice la Santa. Y a los principiantes dirá: "... han de menester irse acostumbrando a ... estar en soledad". Y, apoyándose en el Evangelio nos recuerda: "Ya sabéis que enseña Su Majestad que sea a solas, que así lo hacía El siempre que oraba".

La soledad/silencio debe verse como tiempos en los que el alma, sola y a solas, se vuelve a su Dios. Así, la soledad/silencio no es ausencia, sino presencia del Amigo.

En la soledad/silencio podemos captar la voz de Dios y las inspiraciones de Su Santo Espíritu. Orar no es tanto hablar nosotros a Dios, sino guardar silencio ante El: abrirle la puerta para que El se comunique a nosotros desde nuestro interior.

La Oración nos exige momentos específicos en el día para estar a solas con El que sabemos nos ama. Y tan importante es esto, que Teresa de Jesús presenta la búsqueda de soledad como prueba de la autenticidad de la Oración, al decirnos que la Oración acrecienta el deseo de soledad: "Desea ratos de soledad para gozar más de aquel bien".

Al estar a solas y en silencio, la persona va interiorizándose, o sea, va uniéndose a Dios que está en su interior.

Santa Teresa describe ese camino de interiorización en su obra "Las Moradas" o "Castillo Interior", y en ella compara al alma con un castillo que tiene muchos aposentos o Moradas, "y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma".

Las Moradas son siete, equivalentes a siete diferentes niveles de interiorización, desde donde nos relacionamos con Dios. (Ver Etapas o niveles en la vida de oración contemplativa y APENDICE "Tres etapas en la Vida Contemplativa").

3. La oración: camino de purificación

Santa Teresa nos dice que "Dios no se da a Sí del todo, hasta que no nos damos del todo". Así que si queremos que el Señor se apodere de nosotros con la Oración de Quietud y de Unión, debemos darnos por entero a El.

Y en esta donación total, nuestro peor enemigo es nuestro "yo". Dice la Santa que "no hay peor ladrón" que "nosotros mismos". Se refiere a las tendencias egoístas que tenemos que combatir, pues impiden nuestra libertad espiritual. El amar la voluntad propia antes que la de Dios nos carga de "tierra y plomo".

No siempre se tratará del deseo de cosas ilícitas; puede tratarse de cosas buenas, pero que están conforme a nuestra voluntad, a nuestro criterio. Hay que mirar por encima de nuestros conceptos humanos, por buenos que puedan parecer, y atender a la Voluntad de Dios antes que a la nuestra, porque dice el Señor: "Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son Mis Caminos. Como el cielo es más alto que la tierra, Mis Caminos son más altos que los vuestros; Mis Planes que vuestros planes" (Is. 55, 8-9).

También nos recuerda Teresa de Jesús que el "Venga a nosotros Tu Reino" (donación de Dios al alma) va, en el Padre Nuestro, junto al "Hágase Tu Voluntad" (donación del alma a Dios). Y nuestra donación a Dios es siempre una donación dolorosa, pues en ella Dios va purificando a la persona de apegos y afectos desordenados. Esta purificación a veces hace llorar el alma y sangrar el corazón, pero termina por dejarnos completamente libres para Dios.

El sufrimiento no hay que rechazarlo, pues cuando esto hacemos la cruz se vuelve más pesada. Tampoco debe verse como un peso que hay que aceptar necesariamente. En el sufrimiento hemos de reconocer la cruz que Dios nos brinda para nuestra purificación y para nuestra unión con El.

Si el Señor nos envía algo de sufrir, según Santa Teresa, eso es prenda de Su predilección. Jesús pasó por ese camino, siendo "Su Hijo Amado" (Lc.4, 17). Por eso, cuando Dios trata a un alma como a Jesús, es precisamente porque mucho la ama.

¿Parece locura, quizá masoquismo? Pero San Pablo nos advierte: "A nivel humano uno no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece locura; no es capaz de percibirlo, porque sólo se puede juzgar con el criterio del Espíritu" (1ª Cor. 2, 12).

La actitud de Teresa de total entrega a la Voluntad de Dios, no importa lo que Dios pida, no importa lo que Dios mande, viene mejor expresada en este poema, del cual hemos extraído algunas estrofas:

Vuestra soy, para vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme riqueza o pobreza,
Dad consuelo o desconsuelo,
Dadme alegría o tristeza,
Dadme infierno o dadme cielo,
Vida dulce, sol sin velo,
Que a todo digo que sí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme, pues sabiduría,
O por amor, ignorancia,
Dadme años de abundancia
o de hambre y carestía;
Dad tiniebla o claro día;
pues del todo me rendí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme Calvario o Tabor,
Desierto o tierra abundosa,
Sea Job en el dolor,
O Juan que al pecho reposa;
Sea la viña fructuosa
O estéril, si cumple así.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Si queréis, dadme oración,
Si no, dadme sequedad,
Si abundancia y devoción,
Y si no, esterilidad.
Soberana Majestad,
Sólo hallo paz aquí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, para vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?

4. La oración: camino de transformación

La Oración es transformante: si no cambia nuestra forma de ser, nuestro modo de vivir, nuestros valores, no está siendo provechosa, pues ORAR ES CAMBIAR DE VIDA.

El camino de Oración va siendo trazado por una secuencia de acciones que Dios va realizando en la persona que Lo busca sinceramente. La total entrega a Dios, la total identificación de la persona con Dios, no puede ser fruto sólo de nuestro esfuerzo personal, pues excede nuestra capacidad. Es fruto de la acción de Dios en el alma que se deja guiar por El, por el camino estrecho de la purificación interior, que lleva a la transformación de la persona en el modelo que es Cristo.

Sin embargo, Teresa de Jesús nos dice que es esencial la práctica de la virtud, pues es imposible ser contemplativo sin tener virtudes y que "es menester no sólo orar, porque si no procuráis virtudes, os quedaréis enanas".

Aunque Dios ha infundido en nosotros las virtudes en el Bautismo, sin mérito nuestro, no las hace crecer sin nuestra colaboración, siempre con la ayuda de Su Gracia.

Al practicar las virtudes, facilitamos la acción de Dios en nosotros y el alma se hace más apta para sentir y seguir las mociones del Espíritu Santo.

Tan importante es para Santa Teresa el crecimiento de las virtudes, que ha llegado a decir: "Yo no desearía otra oración, sino la que me hiciese crecer las virtudes". Y también: "Si (la oración) es con grandes tentaciones y sequedades y tribulaciones, y esto me dejase más humilde, esto tendría por buena oración".

La mejor oración, entonces, será la que más cambie nuestra vida, la que más nos lleva a imitar a Cristo, la que más no haga crecer en los "frutos del Espíritu", que refiere San Pablo en su carta a los Gálatas (5, 22).

5. La oración: camino de paz

Una persona totalmente entregada a la Voluntad de Dios, no puede sino vivir en paz, que es uno de los frutos del Espíritu.

No importa cuál sea la situación, propia o de nuestros hijos o familiares, si estamos entregados a Dios, si estamos en Sus Manos, estaremos en paz.

La paz no se prueba estando fuera de la tormenta. La paz es, ante todo, estar en serenidad en medio de la tormenta. Y la experiencia propia y/o de otros nos muestra que vendrán ratos de tormenta. Pero si tenemos confianza en el "Amigo que nunca falla", si nuestra voluntad es una con la Suya, ¿qué podemos temer?

"Señor: Tu nos darás la paz, porque todas nuestras empresas nos las realizas Tú" (Is.26, 12). San Pablo corrobora esto en su "Todo lo puedo en Aquél que me conforta" (Fil.4, 13). Y Santa Teresa sintetiza la Oración como Camino de Paz en su breve poema:

"Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda,
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta".

6. La oración: camino de servicio al prójimo

Las gracias místicas, aún las más elevadas, no son un regalo de Dios sólo para que el alma las disfrute, sino que son para fortalecerla, hacerla generosa y animarla a servir a los demás.

Para ayudar en el servicio al prójimo, en algún momento en la vida de oración, pueden comenzar a surgir en algunos orantes -como un auxilio especialísimo del Señor- los CARISMAS O DONES CARISMATICOS, llamados por los Místicos Gracias Extraordinarias, que son dados para utilidad de la comunidad, pues su manifestación está dirigida hacia la edificación de la fe y como auxilio a la evangelización y como un servicio a los demás, tal como lo indica San Pablo:

“En cada uno el Espíritu revela su presencia con un don que es también un servicio. A uno se le da hablar con sabiduría, por obra del Espíritu. Otro comunica enseñanzas conformes con el mismo Espíritu. Otro recibe el don de la fe, en que actúa el Espíritu. Otro recibe el don de hacer curaciones, y es el mismo Espíritu. Otro hace milagros; otro es profeta; otro conoce lo que viene del bueno o del mal espíritu; otro habla en lenguas, y otro todavía interpreta lo que se dijo en lenguas. Y todo esto es obra del mismo y único Espíritu, el cual reparte a cada uno según quiere” (1ª Cor. 12, 7).

Los Carismas son, pues, dones espirituales, gratuitamente derramados, que no dependen del mérito ni de la santidad personal, ni tampoco son necesarios para llegar a la santidad. Sin embargo, el ejercicio abnegado de ellos de hecho produce progreso en la vida espiritual por ser actos de servicio al prójimo.

En cuanto a los Carismas o Gracias Extraordinarias, hay que tener muy presente otro consejo de San Pablo:

“No apaguen el Espíritu, no desprecien lo que dicen los profetas. Examínenlo todo y quédense con lo bueno” (1a. Tes. 5, 19-21).

Y es así que mientras más se adelanta en la Oración, más debe acudirse a las necesidades del prójimo. La Oración que adormece, que ensimisma, no es genuina, pues la verdadera oración genera servicio a los hermanos. Para saber qué clase de oración se tiene, debemos medir cómo es nuestro compromiso con los demás, antes que apreciar cómo pasamos los ratos de oración.

La vida de oración debe ser un balance entre María y Marta, las hermanas de Lázaro (cfr. Lc. 10, 38-41), entre la vida contemplativa y la activa. A las almas de oración sin obras reprende la Santa, sin dejar a un lado su humor característico: "Cuando yo veo almas muy diligentes en entender la oración que tienen y muy encapotadas cuando están en ella, ... porque no se les vaya un poquito el gusto y devoción que han tenido, háceme ver cuán poco entienden del camino por donde se alcanza la unión, y piensan que allí está todo el negocio. Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor, y si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio ... te compadezcas de ella ... no tanto por ella, como porque sabes que Tu Señor quiere aquello".

Pero nuestra acción apostólica debe estar enraizada en Cristo, pues el apostolado no es labor humana, sino divina, a la cual prestamos nuestra colaboración, sólo como humildes instrumentos. Por ello el orante/apóstol debe sentir con Dios, debe poner su corazón en contacto con el de Dios, para que una vez lleno con el Amor de Dios por los hombres, se derrame en sus hermanos. Así, será el Amor de Dios y no el propio, imperfecto, el que continúe ayudando, sirviendo, actuando en el mundo. De allí que nuestro compromiso con los demás deba ser pasado por la oración, que si es genuina, es sitio desde donde se ven verdades, para evitar estar revelándonos a nosotros mismos, en vez de revelar a Aquél que es Todo Amor.

La Oración, así entendida, es presencia en los hombres y en la historia, desde Dios.

miércoles, 3 de agosto de 2011

CONDICIONES PARA LA ORACION CONTEMPLATIVA

1. Fe

Creer que Dios está presente. Vivo en la fe, la fe que me dice Dios está aquí. ¿Lo veo? No ... simplemente lo sé.

2. Deseo inicial de oración y perseverancia

A esto llama Santa Teresa "determinada determinación", que se requiere para iniciar el camino de oración y para mantenerse en él. Esta determinación es necesaria para poder enfrentar las resistencias que vamos a tener. Estas vienen de nuestro interior y del exterior.

Los primeros obstáculos que se anteponen a la oración son el temor y la duda. Y el Demonio tienta con la duda para que no comencemos. Y con el temor para que, una vez tomada la decisión y haber comenzado, no continuemos con la oración de silencio.

Otra tentación puede ser pensar que se está muy avanzado en años para la contemplación. Pero nunca es tarde para empezar. Siempre hay obreros de última hora, también en la oración.

Pero la determinación no es sólo necesaria para el arranque inicial, sino sobre todo para continuar en el camino. Recordemos que el Enemigo no quiere que oremos, mucho menos que lleguemos a la oración contemplativa.

3. Pureza de corazón

Buscar a Dios por lo que es y no por lo que da. "Buscar no los consuelos de Dios, sino el Dios de los consuelos" (Sta. Teresa de Jesús). Se trata de buscar al Señor y no los dones del Señor. Se debe esperar al Señor que es el imprevisible por excelencia y no los dones del Señor.

Esto implica que se debe ir a la oración desapegado. Y esto significa estar dispuesto a aceptar la manera que el Señor elija para encontrarse El con nosotros: puede ser árida, fervorosa, sensible, contemplativa. El orante va a dar su vida, su ser, su "nada". En una palabra: se va a la oración a "dársele" uno a Dios.

4. Humildad

La Contemplación es don "que no se puede merecer" (Santa Teresa). ¡Es un super-privilegio! Reconocerse "nada" ante Dios … pues lo somos … Y reconocernos indignos de ser consentidos por el Señor con dones contemplativos.

Dios es el "Todo". Sus creaturas nada somos, nada podemos, nada tenemos fuera de El. Creer esto de veras es comenzar a ser humilde.

5. Sencillez, pobreza e infancia espiritual

"Yo te alabo, Padre, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los sencillos. Sí, Padre, así te pareció bien" (Mt 11, 25).

Hacernos sencillos, es decir, sabernos incapaces, para poder recibir en la oración la Sabiduría que viene de Dios.

Hacernos pobres en el espíritu para dejarnos colmar de todos los bienes del Señor, a través de la oración.

Hacernos pequeños para que Dios pueda crecer en nosotros a través de la oración.

Hacerse niños para poder creer y confiar en Dios nuestro Padre como los niños confían en sus padres.

6. Entrega de la voluntad

La Oración de Contemplación requiere una entrega total, un "sí" incondicional y constante. Buscar a Dios para dárnosle, sólo porque El es. El orante "ha de ir contento por el camino que le llevare el Señor" (Santa Teresa).
Entregar la voluntad es ir conformando la voluntad con la de Dios; no imponerle a Dios nuestra propia voluntad.

Entregar la voluntad es ir aceptando los planes de Dios para nuestra vida; no es imponer a Dios nuestros propios planes.

Entregar la voluntad es cooperar con los proyectos que Dios tiene para nuestra existencia; no es exigir a Dios Su cooperación para los proyectos que nosotros nos hemos hecho.

Entregar la voluntad es esperar pacientemente el momento del Señor, pues Dios tiene sus ritmos y sus tiempos. "Su Majestad sabe mejor lo que nos conviene; no hay para qué aconsejarle lo que ha de dar".

Entregar nuestra libertad para que El pueda hacer en nosotros según Su Voluntad es condición importante para la Contemplación.

7. Desapego de lo creado:

Memoria del Creador,
olvido de lo creado,
atención al interior
Y estarse amando al Amado.
(San Juan de la Cruz)

Al tener un apego irresistible a Dios, estamos en el desapego.

8. Vivir el presente

Para orar hay que centrarse en el momento presente. No hay que hurgar en el pasado -salvo en los casos en que debemos revisarlo para corregir nuestras tendencias. Tampoco hay que pensar en el futuro, sobre nuestros planes y deseos.

Hay que estar en el ahora: aquí está Dios. La siguiente experiencia mística puede mostrar cuán importante es esta condición para la oración:

"Estaba lamentándome del pasado
y temiendo el futuro.
De repente mi Señor estaba hablando:
MI NOMBRE ES 'YO SOY' ...
Cuando vives en el pasado con sus errores y pesares, es difícil, Yo no estoy allí.
MI NOMBRE NO ES 'YO FUI' ...
Cuando vives en el futuro con sus problemas y temores, es difícil. Yo no estoy allí.
MI NOMBRE NO ES 'YO SERE' ...
Cuando vives en este momento, no es difícil.
Yo estoy aquí.
MI NOMBRE ES 'YO SOY'"
(Poema de Hellen Mallicoat).

9. Se requiere soledad y silencio:

Hay que empezar por crear soledad. "Así lo hacía El siempre que oraba", dice Santa Teresa. Soledad para entender "con Quién estamos".

Silencio del cuerpo y de la mente para buscar a Dios en nuestro interior.

Es en el silencio cuando Dios se comunica mejor al alma y el alma puede mejor captar a Dios.

En el silencio el alma se encuentra con su Dios y se deja amar por El.

Las cosas que suceden en el alma son como algo que sucede en las profundidades del mar. Arriba en el mar hay turbulencia, pero mientras más se baja, hay total y absoluto silencio.

El deseo de buscar silencio y soledad es un síntoma de que estamos llegando a la verdadera oración.

En el caso de los Dominicos, Santo Domingo de Guzmán quería que en las comunidades se generara un ambiente adecuado para la contemplación. Se hablaba de la santísima ley del silencio, que si era quebrantada por algún fraile, éste debía ser corregido con penas graves. Esta ley manifestaba que sin silencio, no había predicación, porque no había contemplación.


10. Nuestra participación en la oración

La persona debe poner su deseo y su disposición, principalmente su actitud de silencio (apagar ruidos exteriores e interiores).

El silencio aún no es contemplación, pero es el esfuerzo que Dios requiere para dársenos y transformarnos.

Hay que ir con un corazón dispuesto. Nuestra alma es como las tinajas de las Bodas de Caná. Hay que llenarlas de agua, bien hasta los bordes, para que el Señor transforme ese agua.

Nosotros llenamos las tinajas como los sirvientes de las Bodas de Caná, es decir, aportamos nuestra buena voluntad (quiero amar, entregarme a El).

Pero Jesús es el que puede transformar el agua en vino, es decir, transforma nuestra entrega en su Amor.


11. La participación de Dios

La participación de Dios escapa totalmente nuestro control, porque El -soberanamente- escoge cómo ha de ser su acción en el alma del que ora.

En ese silencio de la oración contemplativa Dios puede revelarse o no, otorgando o no gracias místicas o contemplativas. Esta parte, el don de Dios, no depende del orante, sino de El mismo, que se da a quién quiere, cómo quiere, cuándo quiere y dónde quiere.

La efectividad de la oración contemplativa no se mide por el número ni la intensidad de las gracias místicas. Se mide por la intensidad de nuestra transformación espiritual: crecimiento en virtudes, desapego de lo material, entrega a Dios, aumento en los frutos del Espíritu, etc.

ARIDEZ:

La participación de Dios puede ser en aridez. Cuando ésta venga –que vendrá- hay que tener cuidado, porque puede convertirse en una tentación.

Pudiera suceder que cuando ya hemos avanzado algo en la oración o cuando estamos agobiados de trabajo y se descuide la oración, se comience a creer que la oración de contemplación no es para uno. Ese sería un triunfo del Demonio, pues hace todo lo que puede para que nos quedemos exteriorizados.

Cuando estemos en aridez, más hay que adorar. Puede ser cansado. Es como sacar agua del pozo, en vez de recibirla por irrigación o –mejor aún- de la lluvia (cf. Santa Teresa de Jesús).

La aridez es parte del camino de oración. Porque creer en el Amor de Dios no es sentir el Amor. Es, por el contrario, aceptar no sentir nada y creer que Dios me ama.

Así que no hay que juzgar la vida de oración según ésta sea árida o no. La sequedad es un dolor necesario. No podemos amar a Dios por lo que sentimos, sino por lo que El es.

La aridez es necesaria para ir ascendiendo en el camino de la oración. Así que, viéndolo bien, la aridez es un don del Señor, tan grande o mayor que los consuelos en la oración.

Con la aridez el Señor nos saca del nivel de las emociones y nos lleva al nivel de la voluntad: oro aunque no sienta porque deseo amar al Señor.

La aridez, entonces, cuando no es porque nos hemos alejado del Señor por el pecado o por no orar, es un signo de progreso en la oración.

CONCLUSION:

La oración contemplativa es siempre una experiencia transformante, haya gracias místicas o no, estemos en aridez o no.

Y recordemos: orar se aprende orando, "sin desfallecer", como dice el Señor. La única forma de aprender a orar es: orar, orar, orar.

¿COMO HACER ORACION DE CONTEMPLACION?

1. Se requiere soledad y silencio:

Hay que empezar por crear soledad. "Así lo hacía El siempre que oraba", dice Sta. Teresa. Soledad para entender "con Quién estamos". Silencio del cuerpo y de la mente para buscar a Dios en nuestro interior. Es en el silencio cuando Dios se comunica mejor al alma y el alma puede mejor captar a Dios. En el silencio el alma se encuentra con su Dios y se deja amar por El.

2. ¿Quién puede hacer este tipo de oración?

Según Sta. Teresa, la oración de contemplación es la "Fuente de Agua Viva" que prometió el Señor a la Samaritana (cfr. Jn. 4). "Mirad que os llama a todos ... no dijo a unos daré y a otros no". Es decir, no dijo que daría de esta "Agua" a ciertos escogidos, sino dijo: "Todo el que beba de este agua, no volverá a tener sed" (Jn. 4, 13).

3. Nuestra participación en la oración

La persona debe poner su deseo y su disposición, principalmente su actitud de silencio (apagar ruidos exteriores e interiores). El silencio aún no es contemplación, pero es el esfuerzo que Dios requiere para dársenos y transformarnos. Además, orar se aprende orando, "sin desfallecer", como dice el Señor. La única forma de aprender a orar es: orar, orar, orar.

4. La participación de Dios

La participación de Dios escapa totalmente nuestro control y El -soberanamente- escoge cómo ha de ser su acción en el alma del que ora. En ese silencio de la oración contemplativa Dios puede revelarse o no, otorgando o no gracias místicas o contemplativas. Esta parte, el don de Dios, no depende del orante, sino de El mismo, que se da a quién quiere, cómo quiere, cuándo quiere y dónde quiere. La efectividad de la oración contemplativa no se mide por el número ni la intensidad de las gracias místicas, sino por la intensidad de nuestra transformación espiritual: crecimiento en virtudes, desapego de lo material, entrega a Dios, aumento en los frutos del Espíritu, etc.

La oración contemplativa es siempre una experiencia transformante, haya gracias místicas o no.

Como Disponerse a la Contemplación

Hemos hablado sobre la oraicon de Adoracion pero nos falta aun hablar sobre la contemplacion.

ADORACION yo
RECOGIMIENTO yo y Dios
CONTEMPLACION Dios

Hay que sintonizar a Dios, como sintonizamos una estación de radio-comunicación. El Señor puede trasmitir, o en silencio, o con palabras, o con visiones, o con agradables aromas. Nunca lo sabremos de antemano.

La sintonización la podemos hacer con la a d o r a c i ó n y/o con actos anagógicos. Puede el Señor dejarnos en adoración o recogernos en su silencio. Y puede ir más allá: darnos contemplación y gracias místicas.

LA ORACION NOS DESCUBRE LA VERDAD SOBRE NOSOTROS MISMOS

Ya estamos llegando al fin del tema de la Oración
y para concluir este tema tan profundo que apenas y nos
adentramos un poco debemos saber el porque decimos que en la
Oración descubrimos la verdad sobre nosotros mismos.

La oración nos va develando la verdad, sobre todo la verdad sobre nosotros mismos: nos muestra cómo somos realmente, cómo somos a los ojos de Dios.

Los seres humanos solemos tener una máscara hacia fuera, hacia los demás: mostramos lo que no somos. Hacia adentro, hacia nosotros mismos, solemos engañarnos: creemos lo que no somos. Sólo en la oración descubrimos la verdad sobre nosotros mismos: Dios nos enseña cómo somos realmente, cómo nos ve El.

"ADORAR EN ESPIRITU Y EN VERDAD"

“Llega la hora, y ya estamos en ella, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Entonces serán verdaderos adoradores del Padre, tal como El mismo lo quiere.” (Jn. 4, 23-24).

Y … ¿qué es adorar al Padre en espíritu y en verdad”? Es reconocer en nuestro interior lo que somos de verdad: hechura de Dios, propiedad de Dios.

“Tú el Hacedor, y yo la hechura” (Santa Catalina de Siena, Diálogos: Gusté y ví).



¿Nos reconocemos así? ¿Reconocemos a Dios como nuestro Hacedor y, por tanto, nuestro Dueño? ¿Nos comportamos así … como creaturas? ¿O nos comportamos como dueños de nosotros mismos para estar a tónica con el mundo del que no debemos formar parte? “Ellos no son del mundo” (Jn. 17, 16)?

Podemos ser adoradores en espíritu y en verdad en la medida en que realmente nos rindamos ante El. Rendirse ante El. Eso es adorar a Dios; eso es a d o r a r l o.

Como los Reyes Magos al estar frente al Niño Jesús (“Vieron al Niño con María y, postrados, le adoraron” (Mt. 2, 11).



Como los 24 ancianos en la Liturgia Celestial que describe el Apocalipsis, que representan al pueblo de Dios fiel (“Se arrodillan ante el que está sentado en el trono, adoran al que vive por los siglos de los siglos y arrojan sus coronas delante del trono ”-Ap. 4, 10)

Debemos inclinarnos, arrodillarnos, postrarnos ante El, pero no sólo con el gesto físico que debemos hacer, sino verdaderamente en actitud de inferioridad absoluta ante Quien nos posee, porque nos ha creado. En actitud de quitarnos nuestras coronas de orgullo, de engreimiento, de independencia ante Dios. Quitarnos el hábito de estar continuamente tratando de disponerle a El.

Adorar a Dios, entonces, es tomar conciencia de nuestra dependencia de El y de la consecuencia lógica de esa dependencia: entregarnos a El y a su Voluntad. No tener voluntad propia, sino adherir nuestra voluntad a la Voluntad de Dios.

Tenemos libertad para escoger, pero ser libres no es hacer lo que queramos. Ser libres es escoger libremente a Dios y su Voluntad. Ser libres es ir descubriendo la Voluntad de Dios en la oración.


Es la adoración al Señor lo que nos hará libres, porque al adorar estamos en la Verdad: nos reconocemos creaturas, es decir, hechura de Dios, dependientes de El. Reconocemos que no nos valemos por nosotros mismos (si cada latido de nuestro corazón depende de El, ¿de qué podemos presumir?)

En la adoración nos encontramos con Dios y nos reconocemos sus creaturas, dependientes de El, nuestro Padre y Creador, nuestro principio y nuestro fin.

Nuestro ser fue creado para adorarle, es por ello que aveces se siente un vacio aunque tengamos lo que hemos querido pero si no hemos llegado a este momento aun no somos nada, porque Dios nos creo para ser Adoradores

CUANDO ADORAR adorar siete veces al día

¿Cual crees que es el momento adecuado para Adorar?

Un Abad Cistercience de nuestra época, que había sido militar, un día sintió el llamado del Señor para hacerse trapense. El se sentía llamado a una vida contemplativa, al silencio y al recogimiento.

Al principio se sintió muy bien en la Trapa, pero al cabo de unos años se dio cuenta que los monjes del convento donde estaba no eran contemplativos ¡eran trabajadores!
El seguía siendo contemplativo y orando, por instrucciones del Señor.

Los Monjes rezaban el Oficio Divino juntos, estaban en Misa juntos. Pero …¿?

Y un día fue nombrado Abad y pensó: “Ahora soy responsable de esta comunidad de trabajadores que debe convertirse en una comunidad contemplativa”.

Invocando al Espíritu Santo para ver cómo hacer, recibió la respuesta: “Recuérdales el deber de la adoración; ya no adoran. Intentan cantar las alabanzas de Dios, pero ya no adoran, de modo que ya no puedo hacer nada por ellos. Diles que adoren siete veces al día”.

¿Por qué siete veces al día? No sólo porque siete es el número de la plenitud, sino por la frase del Salmo: “Siete veces al día te alabo, a causa de tus justos juicios” (Salmo 119, 164).

No es casualidad que la Santísima Virgen María en el mensaje en Medyugorie del 25-2-08 dice algo parecido: “Que vuestro día esté hilvanado de pequeñas y fervientes oraciones”.

Notemos que la Virgen habla de pequeñas y fervientes oraciones: jaculatorias, actos de amor, de decirle algo al Señor, de tomar conciencia de que está con uno en ese momento.
No tienen que ser interrupciones largas: son pequeños momentos de contacto con el Señor, pequeños momentos de adoración.

Comenzando con el ofrecimiento de obras (“soy tuyo, Señor, el día es tuyo, haz conmigo lo que quieras: aquí estoy para hacer tu Voluntad”) y terminando con el examen de conciencia en la noche (“qué he hecho hoy que Jesús no hubiera hecho … perdóname Señor, quiero ser como Tú eres y hacer lo que Tú harías”), sólo hay que hilvanar unos cuantos más a lo largo de la jornada diaria, por ejemplo, cada vez que cambiemos de ocupación.

Pero volvamos al Monasterio Trapense: al cabo de seis meses, la Trapa de trabajadores se había convertido en una Trapa de contemplativos.

No olvidemos que podemos adorar a Dios en un minuto, pero que ese minuto sea de entrega total.

¿Como Adorar?

Ya sabemos que es adorar ahora nos encontramos con una incognita ¿Como Adorar? tratare de responder esta pregunta.

Recordemos la escena de los Reyes Magos ante el Niño Jesús y la de los 24 Ancianos del Apocalipsis, los cuales se postraron y adoraron al Señor, quitándose sus coronas.

Quitarnos nuestras coronas es despojarnos de nuestro yo. Despojarnos de nosotros mismos es estar frente a Dios en la verdad.

“Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn 4, 23). Somos capaces de ser veraces prácticamente sólo cuando adoramos. La adoración es lo que nos hace estar en verdad.


Y ¿cuál es nuestra verdad? Que somos directamente dependientes de Dios. No nos valemos por nosotros mismos. La adoración exige esa pobreza de las bienaventuranzas: ser pobre de espíritu. Es la pobreza radical de quien se sabe nada. Nada somos, nada tenemos. Equivale a: “Dios es Todo, yo soy nada”, de Santa Catalina de Siena.

Al descubrir a Dios como Creador, descubrimos inmediatamente que no somos nada y que todo lo recibimos de El.

Nos ponemos, entonces, delante de Dios en desnudez, como Job cuando al final aceptó -por fin- que recibía todo de Dios: “Reconozco que lo puedes todo” (Job 42, 1-6).

Como la canción Maranatha: “Haz que me quede desnudo ante tu presencia, haz que abandone mi vieja razón de existir”. Hay que abandonar las alforjas que cargamos y el viejo vestido, que llevamos puesto. Y que pretendemos llevarlo –inclusive- a la oración.

La alforja que más pesa es el orgullo. Es inútil buscar mucho cuál es nuestro pecado dominante: es el orgullo en todas o en algunas de sus formas. El orgullo fue el pecado original y luego se ha repetido con diversas melodías cacofónicas a lo largo de la historia de la humanidad:

Engreimiento, deseo de poder, vanidad (querer quedar bien, querer ser apreciado, reconocido, estimado, aprobado, consultado, alabado), preferido, defensa de los propios criterios (que no suelen provenir de la oración, sino de los razonamientos estériles) defensa de los propios intereses, creerse indispensable, querer aparecer, defensa de la propia imagen, temor a perder la fama, temor a la crítica y aún a la corrección, etc. etc. etc. Son todas formas de orgullo.

El orgullo nos impide adorar, porque el orgulloso no es capaz de quitarse su corona, esa corona que está cargada de todas esas formas de orgullo, que van contra la humildad y contra la pobreza de espíritu.

Por eso, al no más darnos cuenta de alguna forma de orgullo, hay que ponerse en adoración en seguida. Porque, si el orgullo nos impide orar, por consecuencia lógica: la adoración nos quita el orgullo.

Por la adoración vamos poco a poco, progresivamente, siendo humildes, permitiendo al Espíritu Santo que nos vaya curando del orgullo y regalándonos humildad, base de todas las demás virtudes y de muchos otros regalos del Espíritu Santo.

La adoración es el verdadero camino que nos conduce de manera segura –aunque paulatina- a la humildad.

Y ¿qué es la humildad? Volvemos al tema del comienzo: La Búsqueda de la Verdad. “Humildad es andar en verdad”, según Santa Teresa de Jesús. Y andar en verdad es reconocernos creaturas dependientes de Dios que nada somos ante El y nada podemos sin El.

¿Que es Adorar?

En los temas anteriores hemos visto sobre algunos tipos de oracion
en los cuales hemos profundizado un poco
pero aun nos falta hablar sobre la oracion de Adoracion
y para empezar esta etapa debemos tener claro
¿que es adorar?


Es reconocerlo como
nuestro Creador y nuestro Dueño
Es reconocerme en verdad lo que soy:
hechura de Dios, posesión de Dios.
Dios es mi dueño.
Yo le pertenezco.

Adorar a Dios, entonces,
es tomar conciencia
de nuestra dependencia de El
y de la consecuencia lógica
de esa dependencia:
entregarnos a El y a su Voluntad.


------------------------------

Tú eres mi Creador, yo tu creatura,
Tú mi Hacedor, yo tu hechura,
Tú mi Dueño, yo tu propiedad.
Aquí estoy para hacer tu Voluntad.


---------------------------

Y estos pensamientos deben fluir de lo mas
profundo de nuestro Ser Interior y debemos
sentirlo asi

¿QUÉ ES MEDITAR? Diferencia entre Meditación y Contemplación

Dice Santa Teresa de Jesús sobre le meditación: "Llamo yo meditación al discurrir mucho con el entendimiento". Dice que no conviene que toda la oración sea discurso mental: "Es bueno discurrir un rato ... pero que no se vaya todo el tiempo en esto ... porque la sustancia de la oración no está en pensar mucho, sino en amar mucho ... y amar es complacer a Dios en todo".

Lo que está diciendo es que para orar hay que amar. Y amar es darse a Dios: ir a la oración a entregarnos a Dios: Señor, aquí estoy. Te amo, te necesito. ¿Qué quieres de mí?

Advierte que no es lo mismo razonar que adorar (“hacer actos de alabanza y entrega a Dios”). No es lo mismo trabajar con el entendimiento (meditar) que exclamar con palabras interiores (actos anagógicos), con las que mostramos a Dios nuestro amor y nuestra entrega.

Puede pasarse, casi sin darnos cuenta, de la meditación a la contemplación, o presencia de Dios o recogimiento. Y esto es don y decisión del Señor. No podemos lograrlo por propio esfuerzo, por más que tratemos. Nuestro esfuerzo consiste en sintonizar, en adorar. Y si viene –porque así Dios lo decide- hay que darle paso a esa oración más elevada.

La meditación moviliza nuestra inteligencia para ponerla al servicio de la Palabra de Dios. Pero, no sólo Santa Teresa, sino otros Directores Espirituales ponen límite a la oración de meditación.

La meditación es útil. Consiste en preparar la tierra y quitar las piedras, para hacernos más abiertos a Dios, a confiar en El, a amarle mejor. Pero la contemplación y la oración de silencio son mejores aún, pues nos llevan inmediatamente a un contacto directo personal con el Señor. (cf. Padre Marie Dominique Philippe en Seguir al Cordero)

Pueda que sea más fácil meditar, porque allí sentimos que mantenemos el control. Podemos hasta volvernos especialistas en meditación. Pero, si insistimos demasiado en meditar podemos impedirnos a nosotros mismos llegar al silencio de la oración contemplativa, por querer seguir controlando con el pensamiento y los razonamientos.

Al Demonio no le interesa que contemplemos, ni siquiera que nos recojamos. Nos mete dudas, nos mete temores, para que sigamos exteriorizados. No quiere que lleguemos al contacto directo con Dios en el silencio. Así el que tiene mejor control es el Maligno y puede tener más éxito en las tentaciones.

Podríamos, por causas ciertas, dejar de meditar lo que nos hemos propuesto (una vez por semana o al menos una vez al mes) pero no podemos nunca dejar de orar. Nunca podemos dejar de adorar.

Tampoco debemos confundir lectura espiritual con oración. Hay que leer buenos y recomendados libros, pero no podemos nunca restarle a la oración para leer.

Tratemos de poner practica esto y aprendamos a meditar, a comtemplar y a adorar a Dios. En los siguientes temas seguiremos descubriendo aun mas sobre la oración. Bendiciones

jueves, 9 de junio de 2011

ORACION CONTEMPLATIVA o CONTEMPLACION

ORACION CONTEMPLATIVA o
CONTEMPLACION

En este tipo de oración el orante no razona, sino que trata de silenciar su cuerpo y su mente para estarse en silencio con Dios.

La oración de silencio o contemplativa ha sido descrita detalladamente en las obras de dos Doctores de la Iglesia: Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.

La búsqueda en nuestro interior o interiorización se fundamenta en un dato de fe: Dios nos inhabita, somos "templos del Espíritu Santo" (cf. 1 Cor 3, 16).

“Entra", dice Santa Teresa, porque tienes "al Emperador del cielo y de la tierra en tu casa ... no ha menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí ... Llámase recogimiento porque recoge el alma todas las potencias (voluntad, entendimiento, memoria) y se entra dentro de sí con su Dios".

La oración de silencio es un movimiento de interiorización, en la que el orante se entrega a Dios que habita en su interior. Ya no razona acerca de Dios, sino que se queda a solas con Dios en el silencio, y Dios va haciendo en el alma su trabajo de Alfarero para ir moldeándola de acuerdo a Su Voluntad.

La contemplación consiste en ser atraído por el Señor, quedarse con El y dejarle que El actúe en el alma.

La contemplación, según Santo Tomás, es una anticipación de la Visión Beatífica. Es vivir de manera incompleta y sólo por un instante lo que Dios vive eternamente.

Sea la contemplación o sean gracias místicas que pueden darse en este tipo de oración, son don de Dios. Por ello, no pueden lograrse a base de técnicas. Ni siquiera son fruto del esfuerzo que se ponga en la oración, sino que como don de Dios que son, El da a quién quiere, cómo quiere, cuándo quiere y dónde quiere.

A Santa Teresa se las daba por cantidad a Santa Teresita por poquitos. Decía ella “por charquitos”.

Dios es libérrimo y se da a su gusto y decisión: un día puede darnos un regalo de contemplación y al día siguiente podemos sentir la oración totalmente insípida. Dios es el imprevisible por naturaleza: no podemos prever lo que nos va a dar. Casi siempre nos sorprende.

Buscar a Dios en la oración de silencio depende del orante. Recibir el don de la contemplación depende de Dios. Dice Sta. Teresa: "Es ya cosa sobrenatural ... que no la podemos procurar nosotros por diligencias que hagamos".

Pero cuando deseamos ahondar un poco más en la adoración, el Espíritu Santo puede darnos un poco de consuelo, haciéndonos sentir su Amor, su consentimiento, sus gracias.

Es muy importante tener en cuenta que las gracias místicas que puedan derivarse de este tipo de oración no son su verdadero fruto, ni siquiera son necesarias para obtener ese fruto.

En la contemplación somos instruidos por el Espíritu Santo de manera especial, en silencio, aún sin ver ni oír nada. Si es Voluntad Divina, el Espíritu Santo puede regalarnos gracias especiales de visión o de escucha, hasta de olfato. Pero las gracias verdaderamente importantes no están en esas experiencias sensoriales, que son consentimientos del Señor y que no son indispensables para avanzar en la oración.

El fruto verdadero de la oración (vocal, mental o contemplativa) es:

ir descubriendo la Voluntad de Dios para nuestra vida.
irnos haciendo dóciles a la Voluntad de Dios.
llegar a que sea la Voluntad de Dios y no la propia la que rija nuestra vida: nuestra voluntad unida a la de Dios, o sea, la “unión de voluntades” de que habla Santa Teresa.
Un error común es creer que ésta, que es la oración más elevada, está reservada sólo para unas poquísimas almas escogidas, generalmente monjas o monjes de claustros y comunidades contemplativas. Ese concepto le encanta al Enemigo, que no quiere que seamos verdaderos orantes.

La oración de silencio, de recogimiento, de contemplación es para todo aquél que desee buscarla. Santa Teresa de Jesús dice que la oración contemplativa es la "Fuente de Agua Viva" que Jesús promete a la samaritana y que la promete para "todo el que beba de esta agua no volverá a tener sed" (Jn 4, 13). No dice el Señor que la dará a unos y a otros, no.

COMO MEDITAR (oración mental o meditación)

La meditación es un trabajo intelectual con el que se busca mover la voluntad hacia un mejoramiento espiritual.

La meditación está ordenada hacia la contemplación. De tal manera que, si estando en meditación, el Espíritu Santo nos da la gracia de recogernos en silencio o de darnos contemplación, no podemos tratar de seguir meditando.

No podemos decirle al Espíritu Santo: “un momentito, pues estoy haciendo mi meditación”. El Espíritu Santo es nuestro guía en la oración. Hay que dejarle a El hacer lo que quiera, cómo quiera, cuándo quiera y dónde quiera… aunque no completemos la media hora o la hora que hayamos previsto para la meditación.

Es lo mismo que cuando se está rezando el Rosario. Si sentimos el silencio de recogimiento ¡para eso también es el Rosario! No hay que insistir en seguir repitiendo Ave Marías.

Hay que saber que la finalidad de la oración vocal y de la meditación es el recogimiento y la contemplación. Allí en recogimiento es que mejor puede el Alfarero actuar en el alma.

En la meditación cristiana contemplamos por medio de representaciones mentales y/o lecturas, algún pasaje de la Sagrada Escritura, (Lectio Divina) o alguna verdad de nuestra Fe, o alguna faceta o momento de la propia vida, para tratar de descubrir en la meditación la Voluntad de Dios para sí.

Si se usa la Biblia, lo normal es usar sobre todo el Nuevo Testamento, pero no debe descartarse el Antiguo, que ayuda a comprender mejor el Nuevo. “Ignorancia de la Escritura es ignorancia de Cristo”, decía San Jerónimo (traductor de la primera Biblia -la llamada Vulgata- al Latín común o vulgar). Y cuando hablaba de la Escritura, él se estaba refiriendo al Antiguo Testamento.

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que la MEDITACION es sobre todo una búsqueda, en la que la persona trata de comprender el por qué y cómo de la vida cristiana para responder a lo que el Señor le pide (cfr. #2705).

El Padre Marie Dominique Philippe, op, dice de la meditación: “es muy buena si tenemos tiempo para dedicarle y, ordinariamente hay que mantenerla. Si podemos consagrar cada semana una o dos horas para leer (y meditar) la Escritura, es excelente”.

Según el último Manual de Indulgencias, se puede lucrar Indulgencia Plenaria por la lectura de la Biblia durante media hora. Se puede aprovechar mejor esta lectura, por supuesto, si se hace en forma de meditación o lectio divina.

TIPOS DE ORACION VOCAL

Petición
Intercesión:
Cuando la oración de petición se hace por otra u otras personas, se convierte en Oración de Intercesión.

Para poder estar a tono con la Voluntad Divina, también en nuestra oración de petición y de intercesión es bueno usar frases como éstas (cfr. Isabel de la Trinidad, o.c.d): "Si permites, Señor, la curación de ... me darías ¡tanta alegría!" "Si es Tu Voluntad que se realice esto ... te estaría ¡tan agradecido!" "Lo que Tú creas, Señor, es lo mejor para ..." "Aquí estoy delante de tí, Señor, y sabes que sufro por ..." "Señor, Tú sabes que ... está sufriendo por ... y con amor te lo encomiendo".

No se le impone al Señor. No se le exige. Se es gentil con El, como El es con nosotros.

Arrepentimiento:
Es el comienzo de una oración en verdad, pues nos coloca en nuestra realidad de pecadores que somos y desde esta realidad clamamos perdón a Quien hemos ofendido.

Típico de la oración de arrepentimiento es el EXAMEN DE CONCIENCIA, que nos lleva a ver en qué hemos faltado.

No debe faltar cada noche, además del que hacemos muy brevemente en la Liturgia Penitencial de la Misa.

Para tomar conciencia de nuestras faltas, aún aquéllas pequeñas, esta pregunta ayuda en el examen porque nos enfoca la conciencia: ¿Qué hice hoy que no lo hubiera hecho Jesús?

Reparación:
Oración de desagravio por pecados propios, de otros, o de la humanidad. Ejemplos: el Acto de Desagravio al Santísimo Sacramento. La Cruzada Permanente de Oración por los errores y herejías del "New Age" contiene un Acto de Desagravio, referido a todos estos errores que van contra la divinidad de Nuestro Señor y pretenden destruir la Fe de Su Iglesia.

Acción de gracias:
Todo acontecimiento y toda gracia del Señor pueden traducirse en un acto de acción de gracias. "En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios en Cristo Jesús quiere de vosotros" (1ª Tes.5, 18).

¡Tanto recibimos del Señor! Cosas que conocemos, cosas que no conocemos y cosas que ni siquiera podemos imaginar.

Alabanza:
La alabanza es la forma de orar que reconoce de manera más directa que Dios es Dios.

Está en línea directa con la adoración, porque reconozco quién es Dios y quien soy yo. Se le alaba por El mismo, se le da gloria no por lo que hace, sino por lo que El es. De entre las formas de oración vocal, la de alabanza es una de las más elevadas. (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica #2639)

LAS JACULATORIAS pueden ser oraciones de adoración y alabanza. Son oraciones cortas, fervientes, desde nuestro corazón hacia Dios. Pueden tener fórmula fija (como la frase de un salmo) o ser frases espontáneas.

San Juan de la Cruz habla de ACTOS ANAGOGICOS, que sonsubidas del corazón hacia Dios. Y se recomiendan como preparación a una oración profunda. Concretamente recomienda actos de Fe, Esperanza y Caridad (Virtudes Teologales).

Comenzar con Actos de Fe: creo que estás presente, que te voy a recibir. Acto de Fe, una fe viva, consciente, real: Señor, sé que no eres una cosa (una hostia) … eres una Persona que quiere unirse a mí.

Continuar con actos de Amor: te amo, Señor, te necesito. Eres mi todo. Quiero amarte como Tú me amas. Quiero recibir todo el Amor que desees darme, para amarte a Ti y amar a mis hermanos con tu Amor.

Estos actos anagógicos recomendados por los Directores Espirituales Carmelitas suelen tener un efecto similar al de las Comuniones espirituales. No puede dejar de cambiar un alma que así ora al Señor.

Oración de entrega (Adoración)
Es una oración de entrega a la Voluntad de Dios, de abandono en Dios y en sus planes.

Es también oración de adoración al Señor, en la cual nos reconocemos como lo que somos: sus creaturas, totalmente dependiente de El, aceptando todo lo que disponga para nuestra existencia.

Oración de entrega indispensable es el Ofrecimiento del día cada mañana y el ofrecimiento de uno mismo en el Ofertorio de la Santa Misa.

OFRECIMIENTO DEL DIA:

Te ofrezco, Señor, este día. Soy tuyo, el día es tuyo. Haz conmigo lo que quieras. “Aquí estoy, Señor, para hacer tu Voluntad” (1 Sam 3, 4).

Oración en lenguas:
Es la más elevada oración vocal, pero es don de Dios, no podemos orar en lenguas por esfuerzo personal. Es una oración en que, no sabiendo nosotros orar como conviene, "el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables" (Rom 8, 36). Es el Espíritu Santo orando en nosotros sin saber nosotros qué decimos. Es una gracia especial del Espíritu Santo, que San Pablo lista entre los Carismas, pero es el único Carisma que no está orientado para el provecho de los demás, sino hacia uno mismo.

LA ORACIÓN VOCAL

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica (#2704): "La oración vocal es la oración por excelencia de las multitudes ... se hace interior en la medida que tomamos conciencia de Aquél "a Quien hablamos" (Sta. Teresa de Jesús).

Dicha en adoración, la oración vocal puede a la larga convertirse –si Dios así lo desea- en contemplación. De allí que pueda decirse que la oración vocal es una vía hacia la oración contemplativa.

Cuando los discípulos le piden a Jesús que les enseñe a orar, El les enseña una oración vocal: el Padre Nuestro. Y, si bien los Evangelios nos muestran a Jesús orando en soledad y en silencio, también nos lo muestran elevando su voz al Padre, es decir, haciendo oración vocal (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica #2701).


TIPOS de ORACION VOCAL:

Petición:
Como la oración de petición suele ser causada por un anhelo que deseamos se cumpla o por un plan que deseamos se realice, o por una necesidad que deseamos sea satisfecha, a veces parece que no fuera escuchada.

Y, realmente, la oración de petición puede tener tres respuestas de parte de Dios: Sí, No o más tarde.

Sucede que a veces pedimos cosas que no nos convienen y que no coinciden con lo que Dios desea para nosotros. "Pedís y no recibís, porque pedís mal", nos advierte el Apóstol Santiago (St. 2,3). Y San Pablo también insiste en esta idea: "Nosotros no sabemos pedir como conviene" (Rom.8,26).

Casi siempre pasamos por alto las palabras tan importantes del Padre Nuestro: “Hágase tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo”. Es por ello que el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que es necesario orar para poder conocer la Voluntad de Dios (#2736). "El Evangelio nos invita a conformar nuestra oración con el deseo del Espíritu" (#2756).

Por eso dice San Juan: "Estamos plenamente seguros: si le pedimos algo conforme a Su Voluntad, El nos escuchará" (1ª Jn.5,9). Y el mismo Señor nos dice: "Pedid y se os dará ... vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan" (Mt.7,7-11). Pero para pedir "cosas buenas" es menester conocer la Voluntad de Dios. Es cierto que Jesús nos ha dicho: "Pedid y se os dará" (Mt.7,7 - Lc.11,9), pero también nos dijo: "Vuestro Padre sabe lo que necesitáis" (Lc.12,30). En todo caso, nuestra oración de petición debe siempre estar sujeta a la Voluntad de Dios: "No se haga mi voluntad, sino la Tuya" (Lc.22,42 - Mc.14,26).

COMUNION ESPIRITUAL:

Una oración de petición que está entre las cosas buenas que seguramente el Señor nos quiere dar es la Comunión Espiritual.

Recordemos lo que decía Santo Tomás de las dos clases de alimentación eucarística: sacramental y espiritual. De cómo sin la actitud espiritual de anhelo de unión con Cristo, no se recibía adecuadamente la gracia de una verdadera comunión.

Apliquemos esto a la Comunión Espiritual. Tradicionalmente se ha considerado la Comunión Espiritual como un premio de consolación: no puedo comulgar sacramentalmente, entonces hago una Comunión Espiritual.

Hay conciencia de un cierto valor en esta oración, pero hasta la frase ven al menos espiritualmente, implicaba que no era una Comunión real.

Pero, pensándolo bien, la Comunión Espiritual no es primordialmente una sustitución de la Comunión Sacramental, sino más bien anticipación y extensión de sus frutos.

Hay Santos que nos dan ejemplo de esto. San Maximiliano Kolbe, además de recibir la Eucaristía, hacía visitas frecuentes al Santísimo Sacramento: hasta diez veces al día. Esto no fue suficiente para él. Y, siguiendo a San Francisco de Sales, decidió hacer Comuniones Espirituales cada 15 minutos.

Como Santo Tomás de Aquino, Kolbe insistía que las gracias de la Comunión se reciben de acuerdo a nuestra condición espiritual y de acuerdo a nuestro deseo de unión con Dios.

Y, como Dios siempre otorga nuestro deseo de unión con El (ésa es una de las cosas buenas que El quiere darnos) es fácil concluir que las gracias de la Comunión no están limitadas a la Comunión sacramental. “A veces”, dice San Maximiliano, “la Comunión espiritual puede traer las mismas gracias que la sacramental”.

Kolbe no se está refiriendo a una sustitución de la Comunión Sacramental, sino a una adición a la misma, a través de Comuniones Espirituales.

Hay que hacer la salvedad de que las Comuniones espirituales deben siempre tener la Comunión sacramental como meta.

Hay que alimentarnos sacramental y espiritualmente. Pero, mientras la Comunión sacramental tiene un límite (excepcionalmente, dos veces diarias), la Comunión espiritual puede repetirse cuantas veces uno quiera durante el día.

La Comunión sacramental nos une a Dios. La Comunión espiritual nos prepara para esa unión y nos mantiene unidos a El.

Nuevamente a través de los místicos el Señor aclara esta dicotomía entre los dos tipos de Comunión:

Santa Catalina de Siena se había comenzado a cuestionar si sus Comuniones espirituales tendrían un verdadero valor, comparándolas con la Comunión sacramental. El Señor se lo aclaró en una visión. De repente vio a Cristo sosteniendo dos cálices. Y le dijo: “En este cáliz dorado coloco tus Comuniones sacramentales. En este cáliz plateado coloco tus Comuniones espirituales. Ambos cálices me son muy agradables”.

A otra mística, Santa Faustina Kowalska, Jesús Misericordioso le comunicó esto: “Si practicas el santo ejercicio de la Comunión espiritual varias veces al día, en un mes verás tu corazón completamente cambiado”.

Si tomamos en cuenta estos argumentos y sobre todo estos testimonios místicos, notaremos que cualquier momento es bueno para una Comunión espiritual.

Los momentos de alegría, las distracciones, las tentaciones, las ansiedades, las contrariedades, el comienzo o el final de una actividad son una buena excusa para una Comunión espiritual. Son recordatorios de la necesidad de renovar nuestra relación con Dios y de encontrarme con El en lo profundo de mi alma.

Otro místico, San Juan María Vianney, el Cura de Ars, decía: “Una Comunión espiritual actúa en el alma como un soplo de viento en una brasa que está a punto de extinguirse. Cada vez que sientas que tu amor por Dios se está enfriando, rápidamente haz una Comunión espiritual”.

LA ORACIÓN PERSONAL

La oración personal puede tener muy variadas formas, y aunque hay oraciones más elevadas que otras, cualquier tipo de oración agrada al Señor, y la oración que utilice cada persona depende mucho de su personalidad, del llamado que Dios la haga y de las gracias que Dios le otorgue. Depende de cada uno -es cierto- responder lo mejor posible a ese llamado y a esas gracias que vienen del Señor.

ERRORES EN LA ORACION

Es bueno ver lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica (#2726) sobre algunos conceptos erróneos que pueden haber en torno a la oración personal:

Considerar la oración como un monólogo y no un diálogo:
Es cierto que la oración es conversar con Dios, pero la conversación implica diálogo: no puedo hablar sólo yo. Orar no es tanto hablar nosotros a Dios, ni mucho menos hacerle exigencias, sino más bien guardar silencio ante El, tratando de descubrir Su Voluntad, cuáles son Sus Planes para nuestra vida. Ya Jesucristo nos aconsejó así: "Al orar no multipliquéis las palabras ... pensando que por mucho hablar seréis atendidos" (Mt.6, 7).

Creer que la oración es sólo un esfuerzo personal:
Si bien es cierto que hay que desear orar y que hay que proponerse orar con toda la asiduidad que nos sea posible y "sin desfallecer" como nos dice el mismo Jesucristo. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que "la oración viene también del Espíritu Santo". En realidad, es el Espíritu Santo Quien hace la oración en nosotros, o mejor: es la oración en nosotros (cfr. Isabel de la Trinidad, Carmelita Descalza venezolana ya fallecida).

FORMAS DE ORACION PERSONAL:

a. VOCAL - esfuerzo personal

b. MENTAL - esfuerzo personal

c. CONTEMPLATIVA - gracia divina

Aunque Sta. Teresa hace la diferencia entre las tres formas de Oración Personal, también es cierto que las considera íntimamente relacionadas entre sí. "Toda oración vocal, si se reza como hay que hacerlo, es ya y es antes oración mental” ... Considera que la oración vocal puede ser camino para la contemplación: "Es muy posible que estando rezando el Paternoster os ponga el Señor en contemplación perfecta". Y, característica de su humor y hasta ironía dice a los "enemigos de los contemplativos": "no penséis que estáis libres de serlo si las oraciones vocales rezáis como se han de rezar".

Y recomienda siempre volver a la oración vocal cuando surgen las distracciones, las arideces, etc.

No podemos olvidar que lo que hace la oración, sea vocal o mental, provechosa y agradable a los ojos de Dios es la actitud de adoración. La adoración es el telón de fondo de cualquier escenario de oración. La adoración es el hilo conductor de nuestra oración.

Para poder recibir al Señor en la oración, tenemos que entrar en sintonía con El, tenemos que sintonizar como se sintoniza una estación de radio-comunicación. Para sintonizar, nos silenciamos y adoramos. El que la estación transmita o no, ya es Voluntad Divina. Pero estamos seguros que la estación siempre está allí, siempre se nos escucha.

lunes, 16 de mayo de 2011

APOYOS EN LA ORACION

1. Vida sacramental:

EUCARISTIA Y CONFESION

La Oración debe estar centrada y enraizada en una vida sacramental fuerte y frecuente.

2. Comunidades de orantes (Grupos de Oración):

Sin desconocer su propia culpa, Sta. Teresa de Jesús achaca el tardío encauzamiento de su vida de oración a la falta de personas con quienes compartir y "tratar" de oración. Y atribuye al "trato" con personas de oración a su definitivo enrumbamiento por ese camino.

Así, Sta. Teresa asigna a un grupo de apoyo un valor excepcional en la promoción, mantenimiento y culminación de la vida de oración personal: “Aconsejaría o a los que tienen oración ... procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo ... Es cosa importantísima ... Gran mal es un alma sola entre tantos peligros ... Está todo el remedio de un alma en tratar con amigos de Dios". La comunicación de experiencias de oración es más pedagógico que todos los discursos sobre la oración.

3. El camino de santidad como subida a una montaña

El camino de la santidad se puede comparar con una excursión a la cima de una montaña, parodiando a San Juan de la Cruz con su "Subida al Monte Carmelo". Para ir de excursión se requieren ciertas cosas, que equivalen a los APOYOS necesarios en la Vida de Oración:

Agua: la Oración es esa "Agua Viva" que promete Jesús a la Samaritana y que a todos dará y no tendremos ya más sed.

Alimento: La Sagrada Eucaristía es el alimento de nuestra vida espiritual. La alimentación debe ser diaria, para de veras estar nutridos.

Medicina: La Confesión es la medicina con que cuenta nuestra alma caso de enfermarse o decaer.

Compañía: Una excursión no se hace sin acompañantes. Ser parte de una comunidad o grupo de oración es condición importante para la subida a la cima de la montaña de la santidad.

LA LITURGIA DE LAS HORAS

Esta es otra faceta de la oracion en la cual podemos aventurarnos; la oracion de la liturgia de las horas, consiste en rezar en un mismo horario, cierta lectura de los salmos, acompañado de meditación, en unidad a las personas congregadas con ese mismo fin

La Liturgia de las Horas puede parecer monótona y larga, aunque ésta sea la oración de la Escritura. Pero es que cuando la oración litúrgica no va acompañada de una vida de adoración, se corre el riesgo de convertirla en una oración exterior, que no penetra.

Podemos estar cantando o rezando salmos junto con otros, pero no sabemos ni por qué lo hacemos. Para ser una oración veraz, la recitación del Oficio Divino debe ser vivido en la adoración. Y la adoración debe prolongarse en la Liturgia de las Horas.

La oración litúrgica no purifica nuestro corazón, ni inspira nuestra inteligencia si no está sostenida por una actitud oracional de adoración. Esa adoración de corazón en que reconocemos a Dios como Quien es, nos lleva a desear alabarlo y darle gracias en la oración litúrgica. Y así podemos hacerla con verdadero gusto. “Gustad y ved qué bueno es el Señor” (Sal. 34, 8).

La adoración es la vía para que la Liturgia de las Horas pueda ser un ejercicio también de caridad fraterna al orar juntos. Si adoramos en silencio reunidos, el rezo del Oficio Divino juntos tiene que convertirse en una fuente de gran unidad.

La Liturgia de las Horas es un ejercicio espiritual, pero implica otro ejercicio de oración personal y comunitaria de adoración.

LA SANTA MISA "LA ORACION POR EXCELENCIA"

Cuando hablamos de oracion nos adentramos a todo un mundo, un mundo que no conocemos, y al que estamos invitados a entrar, talvez diras, pero si yo oró, o te preguntaras entonces que es lo que hago, pues es oracion pero te digo la oracion es un mundo una gran casa y talvez solo has entrado o talvez solo tienes conciencia de la ventana de esa casa, por medio de estos temas nos vamos dando cuenta de todo lo que hay en la casa. Y hoy nos encontramos con este tema La misa, La oracio por excelencia, ¿y como la misa ouede ser una oración?, increible verdad algo que igual que Tu me asombro, es un gran Misterio.
Y para que te adentres en este misterio te dejo con este documental:

LA MISA EN EL CIELO - COMO EN LA TIERRA:

El Catecismo de la Iglesia Católica trae consideraciones sobre la Misa, que son tal vez novedosas, pero no son nuevas en la enseñanza de la Iglesia, pero que explican con más claridad el sentido y la grandeza de la Santa Misa, que –como sabemos y siempre se ha dicho- es la oración por excelencia.




Sabemos que la Misa es el sacrificio de Cristo en la Cruz. Pero el Catecismo nos explica que, a pesar que el Misterio Pascual fue un hecho que tuvo lugar en nuestra historia, es distinto a otros eventos históricos. Los demás hechos históricos suceden una vez y después pasan y son relegados al pasado. (cf. Catecismo de la Iglsia Católica #1085)

El Misterio Pascual no puede quedarse sólo en el pasado, porque todo lo que Cristo es y lo que Cristo hizo y sufrió por la humanidad participa de la divinidad eterna, y por eso trasciende todos los tiempos, estando presente en todo momento. (cf. Catecismo de la Iglesia Católica #1085)

Esto es complicado de asumir, porque es un misterio. Pero es sumamente importante, porque el Sacrificio del Calvario no se repite cada vez que hay una Misa. (Esta, por cierto, es una acusación y argumentación que los Protestantes esgrimen erróneamente para atacar la Santa Misa).

Lo de trascender el tiempo significa que en cada Misa “se hace presente el único sacrificio de Cristo” (Catecismo de la Iglesia Católica # 1330).

Esto es parte del misterio de la Misa que debe asombrarnos cada día, para que podamos evitar el acostumbrarnos a la Misa y el tomar como un derecho adquirido el estar en Misa cada día. Es un misterio inmenso el que cada Misa no sólo recuerda los eventos que nos trajeron la salvación, sino que –de veras- los hace presente.

Veamos. El sacrificio de Cristo en la Cruz siempre está presente ante el Padre Celestial, porque Dios vive en un eterno presente. Entonces ese evento sacrificial que la Trinidad vive de manera perenne, se nos hace presente en nuestro tiempo y lugar, cada vez que estamos en Misa.

¿Nos damos cuenta, entonces, que en cada Misa estamos en la Ultima Cena, en el Calvario, en el Cielo y en la Misa en que participamos? ¿Nos damos cuenta de este milagro que se sucede cada vez que estamos en Misa? ¿Nos damos cuenta de este privilegio?

En realidad hay una sola Liturgia Eucarística eterna, hay una sola Misa, y ésta tiene lugar en el Cielo de manera continua … todo el tiempo.

Cuando estamos en la Iglesia en Misa, estamos encerrados en nuestro propio tiempo y espacio, y solemos pensar que estamos sólo allí, unidos al Sacerdote y con los demás para ofrecer nuestra Misa particular. Pero en realidad Cristo nos está invitando a traspasar el velo del tiempo, para elevarnos fuera de nuestro tiempo hasta el eterno presente divino, al santuario del Cielo, donde El nos lleva a la presencia del Padre (cf. Hb. 10, 19-21).


Por eso el Catecismo explica que realmente nuestra liturgia terrenal “participa de la liturgia celestial”. (CIC #1088 y #1090). No estamos solamente asistiendo a Misa, estamos unidos con Cielo y tierra celebrando esa única Liturgia eterna.

Este hecho nos lo recuerda especialmente el final de el Prefacio en cada Misa : unidos a los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria. Y la respuesta es: Santo, Santo, Santo. Y esa respuesta no es sólo mi canto de alabanza: ¡es que estoy uniéndome al canto eterno de los Angeles y Santos!

Si captamos esto de veras podemos darnos cuenta que no estamos orando solamente con los que nos acompañan en cada Misa. La Misa es la experiencia de unidad más completa que hay, porque oramos junto con toda la Iglesia, pero no sólo con la Iglesia en toda la tierra, sino también la Iglesia del Cielo.

Este misterio de la Liturgia Celestial lo recoge de manera estupenda el Doctor Scott Hahn, Teólogo protestante convertido a la Iglesia Católica. Y se hizo católico justamente porque se le ocurrió un día ir a una Misa … sólo para investigar. No sabía lo que Dios le tenía reservado …

El relato de la experiencia de Scott Hahn en la primera Misa que asistió puede encontrarse en su libro La Cena del Cordero, así como explicaciones muy útiles para vivir mejor la Misa.

He aquí algunos comentarios de Scott Hahn en su libro La Cena del Cordero: “Vamos al Cielo cuando vamos a Misa … Y esto no es sólo un simbolismo, una metáfora, una parábola, una figura literaria. Es real … ¡De veras vamos al Cielo cuando vamos a Misa! Y esto es verdad en cada Misa que asistimos, no importa la calidad de la música o el fervor de la predicación … La Misa –y me refiero a cada Misa en particular – ¡es el Cielo en la tierra!”

Esto que Scott Hahn explica por Teología, lo corrobora por la vía mística el Padre Pío. Para él también la Misa no sólo era el Calvario, sino el Paraíso. Y la Santísima Virgen María era su compañera constante en el altar.

Cuando se le preguntó sobre esto, explicó que la Virgen está presente en cada Misa, junto con los Angeles y toda la Corte Celestial.


En las Misas que celebraba él veía los Cielos abiertos, la gloria de Dios y el esplendor de los Angeles y Santos.

Otra mística, Santa Teresita del Niño Jesús, va más lejos. Experimentó lo mismo el día de su Primera Comunión. Cuando se disponía a recibir a Cristo bajo las especies de pan, Teresita se dio cuenta que no sólo la Trinidad iba a morar en ella, sino que como los Santos y los Angeles del Cielo están “perfectamente incorporados a Cristo” (Catecismo de la Iglesia Católica # 1026), también el Cielo todo vendría a ella. Durante la ceremonia, se conmovió hasta las lágrimas y la gente pensó que sería porque estaba triste por la muerte de su mamá y porque no estaba allí para compartir con ella este momento. Pero dijo ella que, al contrario: “todo el gozo del Cielo había entrado a este pequeño corazón exilado … cuando el Cielo entero entró a mi alma al recibir a Jesús, también mi mamá vino a mí”.

viernes, 6 de mayo de 2011

DIFERENTES CLASES DE ORACION


Buenos sabemos que orar es comunicarnos con Dios Padre.

Hay diferentes clases de oraciones y debemos tener conciencia de eso.
A continuacion se detalla cuales son las clases de oracion que hay e inclusive puede que hayan mas pero creo que estas son las mas primordialea para la vida Cristiana.

1. Comunitarias

a). Litúrgica es decir en la Santa Misa: (es la oración más importante) partes de la Misa)
Oficio Divino o Liturgia de las Horas,
estas oraciones son guaiadas mas que todo por laicos comprometidos, por religiosos o religiosas

b).Oraciones no litúrgicas son las oraciones hechas en comunidad o en grupos

2. Personales

a) Oración vocal: estas se clasifican en:
Oración de Petición, Intercesión, Arrepentimiento, Reparación, Acción de gracias, Alabanza, Entrega, Oración en lenguas, Adoración (la más alta forma de oración)

b) Oración de Meditación vamoas a aprender a diferenciar entre la oración de meditación y la adoración.

c) Oración Contemplativa.

Tambien no debemos de olvidar que existe la oracion de liberacion, de intersecion, buenos aunque en las diferentes clases de oracion nuestra alma se libera de cargas espirituales, pero debemos tener conciencia que a la hora de orar debemos pedir la asistencia del Espiritu Santo

y media vez hagamos una de estas oraciones acompañados la convertimos en una oracion comunitaria.

LA ACCION DEL ESPIRITU SANTO EN LA ORACION

La oración nos hace crecer en todos los dones o regalos del Espíritu Santo.

Primordialmente, nos otorga los frutos del Espíritu Santo, que van en la línea de un crecimiento en santidad. Algunos de éstos los cita San Pablo en su carta a los Gálatas (5, 22-23): amor, alegría, paciencia, comprensión, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí.

El Espíritu Santo va, paulatina y progresi-vamente –si el alma se deja- infundiendo ésos y otros frutos en todo aquél que se abre a su acción de transformación divina, la cual se da de manera privilegiada a través de la oración.


Y, no sólo crecemos en frutos del Espíritu Santo, sino en todos sus dones: en los llamados siete dones, en las virtudes (teologales y morales), especialmente en la humildad, base de todas las virtudes y condición indispensable para una oración “en espíritu y en verdad”.

Crecemos en la Gracia misma (la vida de Dios en nosotros), la llamada Gracia Santificante. Además, nos disponemos mejor para recibir y aprovechar las gracias de estado y las gracias actuales que derrama el Espíritu Santo a manos llenas en la oración.

Las gracias de estado, que son las propias del estado de vida al cual Dios nos ha llamado.

Y las gracias actuales, que nos son dadas para cada acto de nuestra vida, como una moción interior que nos hace desear hacer el bien y a la vez es un impulso que nos lleva a realizarlo.

Podemos llegar a crecer, incluso, en esas gracias elevadas listadas por el Señor en las bienaventuranzas, que son también regalos del Espíritu Santo:




Pobreza de espíritu (que ayuda a la adoración, pues es reconocernos que somos nada antes Dios y que todo lo necesitamos de El).

Serenidad ante el sufrimiento y las persecuciones, sed de justicia o deseo de santificación, compasión y misericordia para con el hermano, pureza de corazón (rectitud de intención en nuestros actos, pero más importante: disminución de la inclinación al pecado y limpieza de la mancha que deja el pecado aún ya confesado y perdonado).

Inclusive pudiera el Espíritu Santo derramarse en gracias extraordinarias y/o dones carismáticos. Son regalos de El dados para utilidad de la Iglesia y comunidades eclesiales. Su manifestación va dirigida hacia la edificación de la fe, como auxilio a la evangelización y como un servicio a los demás. (cf. 1 Cor. 12,11 y Vaticano II, AA 1-3)

El Espíritu Santo nos conduce a la Verdad plena (cf. Jn. 16, 13) y nos recuerda en la oración todo lo que Cristo nos dejó dicho (cf. Jn. 14, 26).

Pero el Espíritu Santo requiere de nuestra disposición en oración para poder enseñarnos todo eso que Jesús nos dejó y que, como los Apóstoles, no estamos listos para recibir aún (cf. Jn. 16, 12 ) y nos lo tiene que ir dando poco a poco. La oración nos va disponiendo para recibir esas enseñanzas que Jesús dejó y que el Espíritu Santo nos da.

Pero el Espíritu Santo no puede enseñarnos si no oramos, si no adoramos.




El Espíritu Santo no puede actuar en nosotros si no estamos en actitud de adoración, en actitud de reconocernos creaturas dependientes de Dios y, como consecuencia, nos abandonamos a su Voluntad.

Es cierto que el Espíritu Santo puede actuar en nosotros aunque no estemos en adoración. Es cuando el Espíritu Santo nos vence … Puede hacerlo. De hecho lo hace a veces … como a San Pablo. El Espíritu Santo puede actuar con fuerza o con suavidad (cf. Sb. 8, 1 en traducción de la Vulgata)

Pero normalmente el Espíritu Santo sólo actúa en la medida en que estemos en oración, en disposición de adorar. Y en la medida que se lo pidamos. Y debemos pedirle que nos transforme, que nos cambie, que nos santifique, que nos dé tal o cual gracia que necesitamos para ser más parecidos a Jesús y a su Madre.

La oración de adoración nos hace receptivos y dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo. La oración nos permite escuchar la suave brisa de la cual le habló Jesús a Nicodemo (cf. Jn. 3, 8), que sopla donde quiere, pero que casi no se escucha … menos aún si no nos silenciamos.

En el silencio recibimos las inspiraciones del Espíritu Santo.
En la adoración nos hacemos dóciles
al Espíritu Santo.

¿PORQUE ORAR? Importancia de la Oración

Muchas veces pensamos que si no oramos no sucede nada, que da igual y que no nos afecta en nada, pero la realidad de la falta y la practica de la oración es otra. Una realidad de la cual no nos escapamos y a la cual sometemos nuestra esencia, una esencia que pierde su razon de ser.

En este documental encontramos una orientación sobre el porque debemos orar y cuales son las consecuencias de la falta de oración.

En su libro titulado “Camino de la Esperanza”, el Cardenal Vietnamita Nguyen Van Thuan nos dejó este testimonio, que es una verdadera campanada de advertencia:

“Un día hablé con el Padre Provincial de una gran congregación sobre la crisis del sacerdocio y las vocaciones religiosas. El me dijo que habían enviado una carta a todos los hermanos que habían dejado el sacerdocio para preguntarles por qué lo habían hecho. Todos contestaron. Y sus respuestas revelan que no se habían ido por problemas sentimentales, sino porque no oraban. Algunos dijeron que habían dejado de rezar hacía muchos años.


Vivían en comunidad, pero no oraban profundamente; mejor dicho, ni rezaban. Trabajaban mucho, enseñaban en las Univer-sidades, organizaban muchas cosas, pero no rezaban”.


“La oración es la fundamentación de la vida espiritual” (Cardenal Nguyen Van Thuan).

“Muchas vocaciones están en crisis, no se realizarán. Muchas familias sufren dificultades, se separarán y se pelearán. Mucha gente pierde el gusto por la vida y el trabajo, están descontentos y vacíos. Y todo esto porque se ha abandonado la oración” (Beata Teresa de Calcuta).

“Todo se renueva en la oración, tanto los individuos como las comunidades. Surgen nuevos objetivos e ideales” (Juan Pablo II).

No es de extrañar que el Catecismo de la Iglesia Católica dedique una quinta parte (20%) de sus páginas al tema de la oración, en forma muy extensa y explícita, y tratando todas las formas de oración, inclusive la de la contemplación, que erróneamente ha estado reservada para vocaciones especiales.

Son tan detallados los capítulos que el Catecismo de la Iglesia Católica

dedica a la oración, que trae hasta consejos prácticos para la oración y trata también los errores en que pueden caer los orantes.


El tratamiento que da el Catecismo de la Iglesia Católica a la oración denota la importancia que le asigna el Magisterio de la Iglesia a la misma.

La oración es la llave que abre nuestro corazón y nuestra alma al Espíritu Santo; es decir, a Su acción de transformación en nosotros. Al orar, permitimos a Dios actuar en nuestra alma -en nuestro entendimiento y nuestra voluntad- para ir adaptando nuestro ser a Su Divina Voluntad. (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica #2825-1827)

La oración nos va descubriendo el misterio de la Voluntad de Dios. (cfr. Ef.1, 9)

La oración va conformando nuestro ser a esa forma de ser y de pensar divinas: nos va haciendo ver las cosas y los hechos como Dios los ve. Ver el mundo con los ojos de Dios.

En el silencio Dios se comunica mejor al alma y el alma puede mejor captar a Dios. En el silencio el alma se encuentra con su Dios y se deja amar por El y puede amarle a El.

En el silencio el alma se deja transformar por Dios, Quien va haciendo en ella Su obra de "Alfarero", moldeándola de acuerdo a Su Voluntad (cfr.Jer.18,1-6).

La oración nos va haciendo conformar nuestra vida a los planes que Dios tiene para nuestra existencia.

En fin: la oración nos va haciendo cada vez más "imagen de Dios", nos va haciendo más semejantes a Cristo.

La oración nos va develando la verdad, sobre todo la verdad sobre nosotros mismos: nos muestra cómo somos realmente, cómo somos a los ojos de Dios:

Los seres humanos solemos tener una máscara hacia fuera, hacia los demás: mostramos lo que no somos. Hacia adentro, hacia nosotros mismos, solemos engañarnos: creemos lo que no somos. Sólo en la oración descubrimos la verdad sobre nosotros mismos:


Dios nos enseña cómo somos realmente, cómo nos ve El.

La oración nos abre los ojos para comprender las Escrituras, internalizarlas y hacerlas vida en nosotros. Nos cura del “síndrome de Emaús”.

En el silencio de la oración nos encontramos con Dios y nos reconocemos Sus creaturas, dependientes de El, nuestro Padre y Creador, nuestro principio y nuestro fin.

En el silencio de la oración somos como ramas de la Vid que es el Señor,

porque nos nutrimos de la savia misteriosa que son las gracias que necesitamos y que Dios nos da, especialmente en esos ratos de oración.


“El hombre no puede vivir sin orar, lo mismo que no puede vivir sin respirar” (Juan Pablo II).

“Es necesario que encontremos el tiempo de permanecer en silencio y de contemplar, sobre todo si vivimos en la ciudad donde todo se mueve velozmente. Es en el silencio del corazón donde Dios habla” (Beata Teresa de Calcuta).


“Orad y velad para no caer en la tentación … para aportar a esta sociedad la luz de la Verdad, la fe en las certezas trascendentales y eternas, el gozo de la verdadera esperanza y el compromiso de la caridad animosa. El mundo necesita más oración” (JP II, 11-6-83).



La oración nos despierta el anhelo de Cielo, los deseos de eternidad, la esperanza en las “realidades últimas” de que nos hablaba Juan Pablo II.

Asimismo, la oración no nos deja desentendernos de las “realidades penúltimas”, porque la verdadera oración, lejos de replegarnos sobre nosotros mismos, nos impulsa a la acción y al servicio a Dios en los hermanos. No filantropía o mero altruismo, sino acción apostólica veraz.

Tal vez por todas estas cosas y por el interés del Magisterio de la Iglesia en la oración, el Papa Juan Pablo II nos dejó una consigna en su visita a Venezuela, consigna que repetía en todos sus viajes y que él mismo practicaba: "Ante todo, creced en el Señor ... Abrid siempre más vuestro corazón a Cristo. Acoged Su presencia misteriosa y fecunda; cultivad la intimidad con El en ese encuentro que cambia la vida ... Creced siempre en el Señor. Creced hacia la plenitud de Dios" (Ef.3, 19). Y esta consigna no fue precisamente para el Clero o los Religiosos: la dijo para los laicos, para los que debemos estar actuando en el mundo.

Y ese crecimiento en el Señor, ese crecimiento hacia la plenitud de Dios no puede darse sin la oración, sin "ese encuentro que cambia la vida".

Y ese crecimiento significa ir creciendo en los frutos del Espíritu Santo, algunos de los cuales cita San Pablo en su carta a los Gálatas (5, 22-23): amor, alegría, paciencia, comprensión, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí ... pues el Espíritu Santo va infundiendo ésos y otros frutos en el alma de todo aquél que se abre a su acción de transformación divina, sobre todo a través de la oración.


Al leer todo esto me doy cuenta que uno mismo se expone a ser fragil en las situaciones complicadas, uno mismo se expone a la obscuridad espiritual a caer en las manos del mal. Por lo tanto tratemos de cultivarnos en la oración sea cual sea nuestra situación buena o malo, oremos sin cesar dice Jesús.

Orar es un Privilegio

Debemos tener bien claro que la oración es un privilegio. ¿Nos damos cuenta que la oración es un privilegio? Orar es hablar con Dios: decirle y escucharle. ¿Nos damos cuenta, entonces, el privilegio que significa que nosotros simples creaturas podamos dirigirnos a nuestro Creador para pedirle, para rogarle, para decirle cosas … y que El nos escuche?


La oración es uno de esos regalos inmensos y utilísimos que Dios nos ha dado y que no terminamos de apreciar ni de aprovechar suficientemente.

Recordemos, para tener una idea de este privilegio, el riesgo que corrió la Reina Esther cuando se atrevió a presentarse ante su marido, el Rey Asuero de Babilonia para pedirle la vida para sí y para el pueblo de Israel.


¡No podía dirigirse al Rey a menos que éste la solicitara! Y del susto, se desmayó ante su Rey. (cf. Est. 15)

Y en la actualidad ¿podemos hablar con el Papa? ¿puede alguien lograr hablar con cualquier persona que se le ocurra, y de manera instantánea? ¡Y nosotros podemos dirigirnos a Dios cada vez que queramos y de manera instantánea! Ese privilegio lo tenemos los seres humanos con Dios. La oración es un privilegio el cual debemos aprovecharlo.

Que es orar

Muchas veces se confunde entre oracion y el rezo, el rezo es decir frases articuladas, frases definidas por varios años, en cambio la oracion es algo personal, algo que sale del Corazón, son palabras espontaneas varias personas hablan de la oracion asi:

"La oración es una conversación o coloquio con Dios" (San Gregorio

Niceno).

"La oración es hablar con Dios" (San Juan Crisóstomo).


"La oración es la elevación de la mente a Dios" (San Juan Damasceno).

El Catecismo de la Iglesia Católica da también la definición de Sta. Teresita del Niño Jesús: "Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría" (CIC #2558)

"Oración es tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con Quien sabemos nos ama" (Sta. Teresa de Jesús).

“La oración no es otra cosa que la unión con Dios” (San Juan María Vianney).

“Toda oración cristiana es una elevación del alma hacia Jesús para ser atraídos por El. Pero esto puede tomar formas extremadamente diversas, desde la simple oración de petición hasta el deseo ardiente de que el Amor de Cristo tome posesión de nuestro corazón” (Padre Marie Dominique Philippe).

“La oración es un tiempo que dedicamos a amar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Es un tiempo para Dios; no debo regateárselo, usándolo para otra cosa. Ese tiempo debe ser “perdido” para el Señor!” (Padre Marie Dominique Philippe).

“Orar no significa sólo que podemos decir a Dios todo lo que nos agobia. Orar significa también callar y escuchar lo que Dios nos quiere decir” (Juan Pablo II).

“La oración no es sólo, ni principalmente obra de la persona: es más obra de Dios, que acción nuestra” (Juan Pablo II).


“Orar es ver el mundo con los ojos de Dios” (Beata Teresa de Calcuta).

Sin embargo, la oración es mayormente una actividad sobrenatural. No es sólo, ni principalmente obra del hombre: es más obra de Dios, que acción nuestra.

Pues Dios nos llama y nosotros respondemos, es un ministerio pero nuestra alma fue creada para estar con El.

jueves, 28 de abril de 2011

Oracion ante el Santisimo


De nuevo aquí me tienes Jesús mío,
Confuso y humillado ante tu altar.
Sin saber que decirte ni que hablarte.
Ansioso solamente de llorar.
Vengo del mundo, vengo del combate,
Cansado de sufrir y de luchar.

Traigo el alma llena de tristezas,
Y hambriento el corazón de soledad.
De esa soledad dulce, divina,
Que alegra tu presencia celestial.

Donde el alma tan solo con mirarte,
Te dice lo que quiere sin hablar.
Mis miserias Señor aquí me traen,
Mírame con ojos de piedad.

Soy el mismo de siempre, dueño mío,
Un abismo infinito de maldad,
Un triste pecador siempre caído,
Que llora desconsolado su orfandad.
Y gime bajo el peso de sus culpas,
Y ansía recobrar su libertad.

Soy un alma sedienta de ventura,
Un corazón que muere por amar.
Y abrazarse a la llama inextinguible,
Del fuego de tu eterna caridad.

Concédeme Señor que a ti me acerque,
Permite que tus pies llegue a besar.
Déjame que los riegue con mi llanto,
Y sacie en ellos mi ardoroso afán.

Oh, que bien se está aquí mi dueño amado,
Ante las gradas de tu santo altar.
Bebiendo de la fuente de aguas vivas,
Que brota de tu pecho sin cesar.

Quién pudiera vivir eternamente,
En aquella divina soledad.
Gozando de tu amor y tu hermosura,
En un éxtasis dulcísimo de paz .

miércoles, 27 de abril de 2011

DIOS ESTA HABLANDO CONTIGO


Un hombre susurro: Dios, habla conmigo.



Y un ruisenor comenzo a cantar...

Pero el hombre no oyo.




¡Entonces el hombre repitio:



Dios, habla conmigo!



Y el eco de un trueno, se oyo...



Mas el hombre fue incapaz de oir.



El hombre miro en derredor y dijo:



¡Dios, dejame verte!



Y una estrella brillo en el cielo...



Pero el hombre no la vio.



El hombre comenzo a gritar:



¡Dios, muestrame un milagro!



Y un nino nacio...



Mas el hombre no sintio el latir de la vida.



Entonces el hombre comenzo



a llorar y a desesperarse:



¡Dios, tocame y dejame saber



que estas aqui conmigo...!



Y una mariposa se poso



suavemente en su hombro...



El hombre espanto la mariposa con la mano y,



desilusionado, continuo su camino,



triste, solo y con miedo.



¿¿¿Hasta cuando tenemos que sufrir para comprender que Dios esta siempre donde esta la vida ???



¿¿¿Hasta cuando mantendremos nuestros ojos y nuestros corazones cerrados para los milagros de la vida que se presentan diariamente en todo momento???




Pidamosle a Dios que nos habra los ojos y los oidos del Alma y del Corazon para que podamos escuchar y verlos siempre...